Siempre tuve gatos y en su mayoría negros. Mi primera gata era negra y una gran cazadora. Sospecho que por ella los demás fueron escogidos con ese color, aunque esa preferencia nunca le gusto a mi madre, ni a sus amigas. Todas pegaban el salto cuando veían a mi gata pasar por su lado, gritaban por el hecho de que daba mala suerte y no faltaba una que mencionaba la cercanía con el inframundo. Actualmente mi último gato también es negro y es el más parecido a la primera, es un gran cazador de palomas, la angelicales mensajeras de la buena nueva. Estas representantes del señor tienen los días contados por acá, mi gato, el supuesto enviado de Leviatán, para agazapado y apenas siente el pisar de la gran representante de la paz y no cuenta ni los segundos para lanzarse y hacer con su presa una verdadera masacre. Simulando a sus ancestros se lanza y defrente los muerde en la yugular hasta ir dejándolas sin aleteo alguno que permita su huida. Ahora último ando pensando que hay algo de verdad en ese supuesto, cuando lo veo disfrutar de su presa y relamerse con gusto al final de la jornada. En estos días lo vi medio misterioso, andaba mirando desde la ventana a todos, principalmente a mi tía, que con gusto navideño iba decorando la casa y a la vez comentando sobre la importancia de la navidad. Me causaba gracia ver a mi gato como si le interesara la historia, las orejitas las tenía paradas y cuando veíamos alguna película navideña aparecía sentado cerca al televisor. Debo decir que es un gato hermoso, negro como la noche y majestuoso como sólo los felinos saben hacerlo, aunque es el más huraño de todos los gatos que he tenido igual acepta caricias de los más cercanos. A este gato no le llegamos a poner nombre debido a que nadie lo trajo y nadie quiso responsabilizarse de él. Yo había perdido un gato un mes antes y todavía sentía la pena de su partida, por lo que tampoco quería ser su dueño oficial, ni encariñarme mucho. Recuerdo que un día mi tía mando a arreglar el jardín y lo jardineros dijeron que había un gatito llorando en el centro, sospechábamos que los muy sabidos nos lo habían traído, pero el cariño que tenemos por los gatos negros nos evito poder devolverlo, por tal motivo el gato se quedo, pero a diferencia de los anteriores él vivió en el jardín y no en la casa. Su nombre fue Micho ya que nadie le puso otro y el gran micho desapareció un 24 de diciembre, no lo vimos durante todo el día y nos dio pena pensar que se había perdido, pero a las doce apenas empezando el esperado 25 apareció cerca al nacimiento mirando concentrado el pesebre, pareciera que esperaba el nacimiento del niño, una de mis sobrinas se acerco al pesebre y puso al niño y mi gato que por navidad sospecho decidió compartir en casa con nosotros, se quedo mirándonos concentrados mientras todos nos deseábamos una felices fiestas.
Al día siguiente cuando mis sobrinas se levantaban para abrir los regalos, se dieron con la sorpresa que la mayoría eran para ellas, emocionadas abrieron todos los juguetes y empezaron a jugar, nosotros los más viejos bajábamos a tomar desayuno hasta que escuchamos la voz de una de mis sobrina que gritaba Jesús no tiene cabeza, Jesús ha muerto, todos asustado por tal herejía nos acercamos a ver qué pasaba y vimos la cabeza del niñito fuera del cuerpecito, mi hermano fue a reclamar a la pequeña, pero un olor fuerte nos hizo caer en el asombro, el niño del pesebre que ahora andaba descuartizado olía a orine y a orine de gato. Mientras mis sobrinas gritaban que ellas no habían sido me acerque al jardín a ver al micho y lo encontré en el centro relamiéndose mientras se comía otra angelical presa.
Al día siguiente cuando mis sobrinas se levantaban para abrir los regalos, se dieron con la sorpresa que la mayoría eran para ellas, emocionadas abrieron todos los juguetes y empezaron a jugar, nosotros los más viejos bajábamos a tomar desayuno hasta que escuchamos la voz de una de mis sobrina que gritaba Jesús no tiene cabeza, Jesús ha muerto, todos asustado por tal herejía nos acercamos a ver qué pasaba y vimos la cabeza del niñito fuera del cuerpecito, mi hermano fue a reclamar a la pequeña, pero un olor fuerte nos hizo caer en el asombro, el niño del pesebre que ahora andaba descuartizado olía a orine y a orine de gato. Mientras mis sobrinas gritaban que ellas no habían sido me acerque al jardín a ver al micho y lo encontré en el centro relamiéndose mientras se comía otra angelical presa.