Andaba caminado entre nubes permitidas (como cada vez que ando solo) y eso no va por vanidoso, sino por distraido. Andaba, como lo dije, perdido en otro mundo. Ideas que me sacaba del nuestro, como para respirar un poco. Quizás andaba contando, en un cuadrado, cuantos pasos se me pierden y así no reconocer conocidos que cruzan por ahí. Andaba con la mirada hacía un cuento que se pierde en el mismo día que lo imagino y sin querer ya había subido al carro y tenía una ventana rota por donde se me escapaba el calor. La luz de Lima traspasaba mis lentes permitiendo un necesaria ceguera, parecía que un sonido eindecifrable salía de la radio, de esas canciones que el destino blasfema, pero por el mismo juego del destino, salio humo de esa radio provocando la alarma entre los pasajeros. Muchos compañeros de asientos se escaparon sin boleto en mano. Yo me quede por cuestión de pereza, de cuento, y de que no quería ir en busca de un calor huidizo, junto a esas casualidad una llamada avisaba en el celular. Un amigo de letras que gritaba y no se le entendía, estaba al otro lado -Qué, que quieres, ¿alo? oe cuelga tu teléfono hue... no entendía la llamada, pero luego se fue haciendo más claro la melodía que salía del auricular. Era una canción de fito, una que alguna vez me inspiro en el intento, digo el intento de escribir una novela. Me estaba convidando aquella melodía. De nuevo gracias, ya sabes, a la próxima me nivelo.
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