27 de agosto de 2011

Nudista

Algunos lo vieron corriendo por la berma central, otros lo vieron doblando la esquina, pero todos coincidían en que no llevaba pantalón ni ropa interior. Lo describen como de 1.5m de alto, contextura gruesa, cachetón (por delante y por detrás), cobrizo y poco dotado por la naturaleza. Dicen que cruzó la calle como a mitad de cuadra, entre el banco y la farmacia, trataba de cubrirse las partes íntimas con sus manos, se le notaba con miedo y con frio, no dejaba de correr. Detrás de él iba una señora lanzando amenazas, supusimos que era la agraviada, el tipo dobló la esquina y estimábamos su ruta de escape en función a los gritos que lanzaba la gente con la que se cruzaba, algunos eran de horror, otros eran carcajadas, y no faltó un silbido que llenase la avenida. Subimos unas 3 o 4 cuadras, todos narraban lo mismo, 1.5m de alto, cobrizo, cachetón, calato… según las declaraciones iba en dirección al cerro y detrás corría siempre la misma señora gritando y rogando que se detuviera, lo llamaba por su nombre Jorge, Jose, Joel, los testigos no se pusieron de acuerdo, el caso es que la agraviada lo conocía.

Por un momento perdimos el rastro, las calles que dan al cerro son tan laberínticas que los gritos se mezclaban y las versiones se contradecían. Solo podíamos guiarnos por nuestra lógica, ¿A qué parte del cerro podría ir un tipo sin pantalón?, quizás conocía una especie de cueva donde pueda vestirse o esconderse de su perseguidora. Por suerte, antes de seguir esbozando teorías desafortunadas, lo vimos subiendo por un techo, 1.5 m de alto, cachetón, cobrizo, desnudo. Dos de nosotros fuimos detrás de él, otros dos fueron por la calle paralela para cortar su salida, yo pude hablar con la señora que lo perseguía, me dijo que el nudista se llamaba José, que tenía mucho miedo, que lo ayudemos, que estaba arrepentida.

Lo cogieron en la paralela, uno lo agarró del cuello, y los demás de cada brazo. Aun con el frio el tipo sudaba a cantaros, los pies los tenia heridos de tanto correr descalzo, luchaba por escapar, “suéltenme, suéltenme” gritaba, “me tendieron una trampa, déjenme escapar, no dejen que me atrapen” seguía. Le hicieron algunas preguntas, pero no respondió a ninguna de ellas, repetía lo mismo una y otra vez, al final solo dijo “me han engañado, me han engañado, ella dijo que estaba enferma, la acompañé a la farmacia. Lo tenían todo preparado, ella cerró la puerta, la enfermera esperaba junto a la camilla y el doctor me cogió por detrás, me sacó los zapatos y jaló con tanta fuerza mi pantalón que me lo quitó con todo y ropa interior. Yo luchaba, ella fue a ayudar al doctor, la enfermera preparaba la inyección que me habían recetado. No sé cómo pude librarme, abrí la puerta y corrí, no tuve tiempo de ponerme el pantalón. ¡No dejen que ella me encuentre!, ¡no me quiero poner la inyección!, ¡me ha seguido, está corriendo detrás de mí! ¡Oficiales por favor, no me entreguen a mi madre, no quiero ponerme la inyección, se los ruego!”.

22 de agosto de 2011

Aún

Aún recuerdo, tus ojos negros, la primera sonrisa que amé y la mitad de un te quiero que me regalaste. Las ganas de correr hacia a ti, cuando el mundo recién empezaba a tener color y nos sentábamos todas las mañanas para aprender lo que no nos querían enseñar y jugábamos entre cosquillas y guiños de ojos, que quizás tú me querías como yo o que quizás yo te quería como tú, o quién sabe, quizás un día podría haber parado en la tienda de la esquina y comprado un poco de valor, para decirte que me mata el misterio por saber a qué sabe un beso tuyo, que quisiera respirar del viento que se cuela por tu falda , que me gustaría pasar todo el recreo envuelto en tu cabello.

Aún recuerdo, cuando no sabíamos de que hablar, cuando temblábamos de frio al final de las clases, y tu esperabas que yo diga eso, pero se me habían gastado las palabras de tanto repetirlas frente al espejo, y no podía más que dibujar una sonrisa como excusa y tú te ibas entre triste y esperanzada en que quizás mañana, quizás mañana… Hasta que una noche despertamos y descubrimos que las oportunidades a veces son de arena y se escapan lentamente entre los dedos y no hay como volver y decir las palabras que se nos caen de la boca por lo urgentes, ni hay como pedirle a la vida que se detenga por un momento, por lo menos lo suficiente para un beso. Y los dados giraron para separarnos, o elegimos mal las cartas y esperábamos olvidarnos o quizás tú si lo conseguiste y aunque a veces ya no nos acordemos o finjamos que no nos vimos, y a pesar de que aprendimos a amar a otras personas, mientras la noche copie el negro de tus ojos, yo seguiré deshojándole margaritas a tu sombra.