3 de julio de 2009

Entre frío y caliente

Me acuerdo cuando la vi, llevaba unos jeans una casaca y su chalina por el frío y yo andaba en el trance de seudo escritor y aficionado lector, en esa época tenia la rutina de ir al malecón a leer en la búsqueda de un lugar más acorde a mi inspiración, después de un baño cogía mi libro y salía de casa imaginando alguna futura historia que se me ocurriera, me sentaba a una distancia en que se vea al mar sin los defectos que aun guarda este malecón, no ubicaba aún lo que iba a ser luego, pero sabia que quería leer todo lo que pueda y dibujar lo que veía, la brisa marina me congelaba, pero pensaba que era poético el frió que sentía y me aguantaba como yo creía debía aguantar un poeta "me congelaba hasta los tuétanos, y de a pocos se me iba partiendo en la cien los pensamientos" me había acostumbrado a esa rutina; después de almuerzo me daba un baño, luego cogía mi libro y me iba al malecón a leer hasta la caída del sol todos los viernes, pero en uno de esos días hubo una risa que me distrajo de mi sueño, digo de mi lectura, era un grupo de chicos mirando el mar y entre ellos había una de perfil cuyo cabello andaba desordenandose por el viento, tenia la nariz roja por el frío y la sonrisa mas bella que había visto, sentía que había encontrado a la musa de mi futura poesía y de las ya escritas, puros mamarrachos sin nombre que ahora iba a cobrar un protagonismo especial en alguna de sus características faciales, era yo el poeta enamorado menos abrigado de ese malecón y ella la musa más cubierta que miraba el mar, en ese contraste de abrigos ella giro la cabeza y poso su mirada sobre la mía y yo que ya me moría de frío empecé a tiritar con una fuerza incontrolable, era inevitable que en cualquier momento me desplomara, ella me regalo una sonrisa pícara y volvió a mirar a sus amigos y yo sentí que la cabeza me daba vueltas de tanto frío y ya no daba más, durante ese día sólo en eso consistió nuestro encuentro, yo llegue a casa quemando en fiebre y mi madre asustada me mando a la cama y me compro pastillas, no podía creer que existía un mañana de nuevo con su mirada y me enfermaba la idea de estar enfermo y en cama por un buen tiempo, eso te pasa por andar desabrigado me decía mi madre mientras me echaba un vinagre para bajar la calentura.
Fue duro el tiempo que pase en cama casi tres días y justo los del fin de semana más un lunes que andaba olvidando, cuando me recupere, seguí en los estudios de la semana, cuando llego el viernes me asusto la idea de ir al malecón, igual me di un baño cogí mi libro y me marche mientras imaginaba una historia donde la casualidad sería la excusa de nuestro nuevo encuentro, cuando llegue al malecón, ya estaban ellos haciéndose bromas, a mi se me cayó el libro cuando recordé que olvide traer de nuevo mi abrigo y aunque hacía frío no pensaba regresar, ella estaba ahí y yo tenia una lectura que continuar, me senté en la banca de siempre, donde el viento corre con más fuerza, bueno esa era mi parecer, que nadie me discutió, igual me senté, temblé y ella ni me miró, se la paso hablando por el celular mientras se mordía los dedos e intentaba arreglarse el cabello, yo me marche antes de que se ocultara el sol, primero porque había una neblina que no me dejo nunca verlo y segundo porque estaba empezando a sentir los mareos de una nueva fiebre que no estaba dispuesto a tener y en la tembladera empecé a escuchar los gritos de mi madre, por eso cerré mi libro busque al sol en vano, busque su mirada en vano, y me despedí de ella en un silencio que ni ella se lo podía imaginar.
Muchos viernes pasaron sin encontrarnos, yo me compenetre más con mi lectura y la termine en mi casa, luego no encontraba otra lectura con cuál empezar mi nueva aventura, tarde mucho en volver mientras tanto me iba enamorando de otras chica que iba viendo en mi andar, era un adolescente que se había convertido en un enamoradizo incontrolable, pero sabia que sólo ella me había hecho temblar de frío y llevado a una fiebre crónica, por eso no la olvidaba, ni a las dos ampolletas que recibí para que las cosas mejoraran. Un día volví con un pequeño libro que me había llamado la atención y en mi asiento estaba ella sentada y sola, y como de costumbre, yo había olvidado el abrigo, no hacia mucho frío y podía ver el sol, me pare donde la vi a ella por primera vez y pose mi mirada una y otra vez sobre la dirección en que debía estar la suya, pero parece que ella andaba por otra ruta, yo andaba decido a acercarme a hablar con ella, pero mis piernas no compartía la idea y mucho menos mi respiración que se aceleraba cuando hacia cuentas regresivas, luego ella de nuevo me dio una mirada fatal, andaba con los ojos brillosos y empezó a llorar, su cabello cayó sobre su rostro como un acto de refugio para una imagen tan triste y tan bella a la vez, me paso la idea de acercarme a consolarla, pero luego pensé que podía ser incomodo para ella y si había ido al malecón sola era justamente porque quería y necesitaba de esa soledad, así que me quede contemplándola mientras ella se hacia añicos quizás por algún chico que la estaba haciendo sufrir, o algún problema que en casa podía acontecer, luego cuando ella se calmo y se limpio la cara paso por mi lado y me dijo, no te preocupes ahí esta tu asiento, te lo robe solo un ratito, pero ya te puedes sentar y yo le sonreí y le dije gracias, me senté asombrado porque sabia que me sentaba ahí y porque se me acercado a hablar, era raro la sensación que pasaba por mi cabeza y anduve tan distraído que luego tuve que regresar corriendo en búsqueda del libro que había dejado olvidado en la banca.
Fueron pocas la veces que cruzamos palabras, las últimas veces que nos vimos inclusive nos saludábamos con una alzada de ceja o una sonrisa, ella siempre acompañada con su grupo de amigos y yo entre mis lecturas y mi falta de abrigo, igual a ella le dedique muchos malos poemas y unos momentos en algunos cuentos posteriores, ella no se si me habrá dedicado algunos pensamientos en todo caso la recordaré como aquella chica que me hizo tiritar de frío y quemar en fiebre en un mismo día.

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