13 de agosto de 2009

No me ladres

Perro negro no me ladres, eres más furioso que en el sueño y muerdes de verdad, deja de llamar a tu jauría si tú solo ya me estas destrozando, permíteme luchar, la lluvia me entorpece me hace resbalar, se observa que ya tienes experiencia, perro negro, no me muerdas, en el sueño no fue igual.

Este salirse del camino, estos otros perros que me rodean, yo venía acompañado, se que era una mujer; no, no era ella, pero sé que era una mujer, y que la quería, y que la perdí, no sé donde está, perro negro no te atrevas a dañarla. Si camino despacio quizás te tranquilices y dejes de gruñir mientras me devoras el pantalón sin dañarme la piel, perro negro los otros perros negros me gruñen también, mientras no sé donde esta ella, mientras quiero seguir por el camino. Allá están ellos, tus hermanos, tu jauría, en los campos verdes de alrededor, ladrando, mostrando sus colmillos, la noche oscura no ha permitido lunas que me regalen luz para seguir, las estrellas han callado su auxilio madrugador.

Perro negro, sé que estoy maldito, que vendí mi alma y la estas buscando, pero quién es tu amo perro negro, quién es dueño de los otros también, de quién es este jardín, de quién es la casa a la que me dirijo desesperado mientras tú, gruñendo, pasas del pantalón y comienzas a devorar poco a poco mi piel.

11 de agosto de 2009

Condenado

Alguna vez te has sentido acorralado, que todo el mundo gira alrededor tuyo, que los pasos se apresuran por alcanzar a tu sombra, que se achican las paredes de tu cuarto. Alguna vez te has sabido condenado y sin ganas de defenderte, alguna vez te acostaste sin pensar en las estrategias que te hicieran parecer menos culpable, no inventaste tretas que desvíen los juicios, no ensayaste números teatrales para transformarla realidad. Alguna vez todas las llamadas eran acusadoras, alguna vez cada mirada te había descubierto, te temblaron las rodillas por el pasado, y no había ya un sueño que te calmara, no tenias hambre, sed, frio, calor; el teléfono timbra, no es, quizás la próxima sea la que esperabas.

Alguna vez recreaste miles de posibilidades que te habrían salvado de estar huyendo, lamentaste tus decisiones estúpidas; porque finalmente, eso fue, una estupidez, tú no eres malo, solo algo torpe, sino hubieras hecho eso, o si quizás no hubieras ido aquel lugar, si esa chica no se hubiese acostado contigo… Alguna vez te pareció que el teléfono sonaba demasiado, que esas preguntas tenían otro trasfondo, que sus caras ya te estaban condenando, que te investigaban, que ellos sabían de tu crimen, y tú sabías que ellos lo sabían, las puertas se te cerraban, nadie se atrevía a dar el primer paso, tú correr, ellos atraparte, tú confesar, ellos culparte; suena el teléfono, una vez más no es lo que esperabas, a seguir con la angustia, el sudor y las rodillas. Maldición, ¿por qué tardará tanto mi verdugo?

7 de agosto de 2009

Para que me entiendas

Te explico, mi cerebro es flojo y no es cosa de ahora, siempre me ha pasado. Apenas veo un rostro con facciones similares a las de otra persona conocida, mi memoria las estandariza y llega a hacerme creer que a quien veo es el mismo individuo de hace tantos años. Tardé en llegar a esta conclusión, fue después de tantos errores que comprendí a la gente que me miraba extrañada cuando los saludaba cordialmente (porque no eran quienes yo creía, sino alguien muy similar que por un timo de mis neuronas había supuesto igual). Al principio me pareció que los del problema eran ellos, sobrados como se dice, que me dejaban con el gesto estirado o que fruncían el ceño ante mi sonrisa hueca clavada en el aire, por cuestiones ajenas a mi entendimiento. Pase entonces a una posición defensiva que me evitase ese mal sabor de boca por haber hecho el ridículo o haber actuado como un idiota ante simples desconocidos y sus acompañantes. Dejé de saludar a las personas por más que este seguro de haberlas reconocidos, si ellos buscaban mi hombro con sus manos, o decían mi nombre, el reencuentro se podía llevar a cabo, el saludo, la actualización, y la correspondiente despedida con promesas falsas de volvernos a ver, llamarnos y todas esas cosas que nunca hago, tú sabes.

Aunque me costó muchas veces fama de distraído o de altanero seguí así buen tiempo, hasta que detecte el error de mi cerebro y su flojera, los rostros cada vez eran más los mismos, algunos colegas del trabajo son tan parecidos a los de mi primera casa, otros de la universidad a los del colegio, clientes de mi trabajo a las personas que me insultaron en el supermercado, pasajeros del mismo bus idénticos a maestros o ex jefes. Lo malo de esta flojera mental es que muchas veces se prejuzga a los nuevos conocidos por ser parecidos a personas con las que se han tenido malas experiencias, es decir si su similar fue alguien con quien tuve un altercado en algún ayer del tiempo, este inocente neófito en mi vida deberá cargar el peso de esta situación por lo menos hasta que el mismo logre hacerme borrar esa primera impresión por merito propio. Y viceversa, muchas veces se han ganado mi simpatía personas totalmente detestables, por el simple hecho de traer a mi memoria seres entrañables desde alguna telaraña neuronal. Llegando a este punto tu mejor amiga (que de paso se parece mucho a una buena amiga mía de la primaria), conocedora de mi historial sentimental, me decía que yo siempre he buscado a las mismas mujeres, que sigo un patrón, un gusto muy marcado, la verdad yo no me había dado cuenta de eso, creo que puede tener razón.

La chica del abrigo rojo ayer en el café me hacia recordar a una tía que no visito nunca, el chofer del taxi que la semana pasada me devolvió ebrio a mi casa hasta hablaba igual que ese profesor que nos jaló en el último ciclo de la universidad. Cosas así han llenado mi día a día y mis caminatas por las calles, no es extraño que siempre voltee para ver bien a alguna persona supuestamente reconocida, que desvié mi mirada cuando nos besamos porque pienso que me han descubierto. Finalmente, los lugares también se vuelven familiares, la discoteca donde estuve ayer se me hizo tan similar al café que siempre concurrimos para charlar, las mesas, las sillas, la callecita, el mar, la chica a la que me vista besando anoche se me hizo tan igual a ti, y cosas así, ¿me entiendes?