11 de agosto de 2009

Condenado

Alguna vez te has sentido acorralado, que todo el mundo gira alrededor tuyo, que los pasos se apresuran por alcanzar a tu sombra, que se achican las paredes de tu cuarto. Alguna vez te has sabido condenado y sin ganas de defenderte, alguna vez te acostaste sin pensar en las estrategias que te hicieran parecer menos culpable, no inventaste tretas que desvíen los juicios, no ensayaste números teatrales para transformarla realidad. Alguna vez todas las llamadas eran acusadoras, alguna vez cada mirada te había descubierto, te temblaron las rodillas por el pasado, y no había ya un sueño que te calmara, no tenias hambre, sed, frio, calor; el teléfono timbra, no es, quizás la próxima sea la que esperabas.

Alguna vez recreaste miles de posibilidades que te habrían salvado de estar huyendo, lamentaste tus decisiones estúpidas; porque finalmente, eso fue, una estupidez, tú no eres malo, solo algo torpe, sino hubieras hecho eso, o si quizás no hubieras ido aquel lugar, si esa chica no se hubiese acostado contigo… Alguna vez te pareció que el teléfono sonaba demasiado, que esas preguntas tenían otro trasfondo, que sus caras ya te estaban condenando, que te investigaban, que ellos sabían de tu crimen, y tú sabías que ellos lo sabían, las puertas se te cerraban, nadie se atrevía a dar el primer paso, tú correr, ellos atraparte, tú confesar, ellos culparte; suena el teléfono, una vez más no es lo que esperabas, a seguir con la angustia, el sudor y las rodillas. Maldición, ¿por qué tardará tanto mi verdugo?

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