De tanto mandarlos al carajo, termine por irme yo; con los pantalones abajo y una muy corta liquidación. Llegando a casa, con los bolsillos vacíos, el cristal de la esposa a cambiado, todo es malo, en unos meses se marchó con otro, si empeora la crisis, yo me voy con ellos también. Tengo que pasarle pensión, pues aún lleva mi apellido, sus estados de cuenta llegan a mi puerta, ¿no tendrá ganas de embargarme el calzoncillo? Cada vez menos anuncios de trabajo, menor el límite de edad, más larga la cola con curriculum vitae, más triste la espera del “te vamos a llamar”.
Por ser tan amarrete puede que sobreviva un mes más, si es que ni me resfrío, me pongo a dieta por lo de los kilitos, camino para mejorar la circulación, y veo los partidos en la Curacao. No hay tregua a la vista, la crisis es como un monstruo hambriento, como el cerdo Pascual de “Los Gallinos Sin Plumas”, los políticos no dan confianza, Obama busca debajo de la cama un plan C nunca planeado, la bolsa apesta a basura, los marginales pierden una vez más su nada.
Ya con todo; la noche, pobre y escasa, me arroja al casino, mi ultimo bastión. Allí al caballo de plástico se le acalambró una pata, la ruleta se pasó de vueltas, la escalera nunca es de color, lanzo los dados en busca de un siete cabalístico, siete, siete, siete…
Seis, ¡¡Maldita crisis!!
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