18 de octubre de 2009

Carta, si aún se puede llamar así

Supongo que esta vez el cartero no ha llamado, estas líneas te llegaran mediante esa nueva forma para enviar correspondencia que no entiendo, tú sabes la tecnología avanza tan rápido y uno se vuelve tan lento, mi nieta es la encargada de esta redacción, la ceguera no me deja más que dictarle las palabras desde todos mis rincones oscuros. A pesar de la vejez, querido amigo, no se me olvida tú 14 de octubre, aunque en algunos años ocupados si se me escurrió de la agenda, con mis ni siquiera 80 no he de dejar pasar tus 84. Hace tiempo que no nos vemos y ahora ya me será imposible, ya no creo volver a nuestra Lima, o a tu Magdalena con salida al mar, París no me ha tratado tan mal desde aquella ves que regresaste solo en el aeropuerto y yo te encargue que me despidieras de todos. Recuerdo hasta donde llevamos la amistad, cuando las madrugadas no tenían fin, y las botellas hasta que perdía el sentido, gracias amigo por salvarme siempre en el peor estado. Como olvidarme de “Más de Cien Mentiras”, un escape, una excusa decías, mi trozo de madera en mitad de un naufragio, lo llevamos hasta el último, hasta donde se pudo, murió junto con internet, pero bueno tú ya sabes de eso es historia universal.

Recuerdas esa noche con Sabina, muertos de risa y de euforia, el flaco nos hacia chistes, se reía de los nuestros, saco la guitarra y qué diablos, disfrutamos 500 noches. Del trajín de los libros solo me queda el recuerdo, de tus presentaciones y mis aplausos, junto a esta carta, si aún se puede llamar así, adjunto mi primera edición, regalo de los nietos, espero que te guste la portada, ellos la describen yo no la puedo ver. De las mujeres ni hablar, saludos a tu compañera, te envía saludos la mía aunque no te haya conocido. Vivimos con la marca de quien no se contentaba con el cristal que le imponian, supimos ver más allá, el retiro que siempre soñé no es tan malo, espero que el tuyo tampoco, quizás nos encontremos otro día, sabes, nunca jugamos al ajedrez, eso creen mis nietos que hacen los viejos.

Mi tiempo se acaba, para dictar cartas y para respirar, me despido amigo, como en algún momento me despediré de esta vida, gracias nuevamente por habérmela hecho menos idiota.

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