20 de febrero de 2016

Extraños conocidos

Sé que tienes mi distancia y que a veces mis palabras se pierden entre torpezas que la timidez puede propiciar. Me han dicho que a veces sientes que soy un ermitaño, algo extraño, de pocas expresiones. Que me ves ocupado, andando por todos lados, maldiciendo los trabajos o las horas que me quedo demás. Al parecer en este tiempo que no nos han dejado para conocernos, nos hemos ido conociendo mejor.

Es importante que sepas, que entre momentos busco tu sonrisa desde mi escritorio y aunque no sepa de cuestiones extrovertidas he ido descubriendo que tienes los lunares que reposan en tu rostro y otros tantos que van cayendo por tu cuello, las pecas que se esconde por tus hombros, el cabello que baila con el viento. Tu voz que en tono bajito me saluda y en tono de susurro te respondo.

¿Ves que nos vamos conociendo? No te amilanes por mi poca voluntad o mi falta de osadía. Tiendo a habitar dentro de lo seguro y solo pasear por sus límites. Digamos que tampoco has hecho mucho tú. Esos saludos formales o comprometidos los dan muchos. Las horas pueden ser algo esquivas, así como nuestras miradas o palabras. Si bien suelo andar algo ido, no dejo de oír lo que tu risa expresa. La libertad de una mujer que disfruta de los momentos, el contagio cómplice que se confabula con los cercanos, el escape desafiante que se revela a la rutina.

Ya ves, es cuestión de tiempo, de robarle las ganas a la osadía, mientras tanto sigo escuchando de tanto en tanto tu risa que me saca de la rutina, que me lleva a un respiro para aguantar más las horas en la oficina.  A veces en que las fuerzas me ganan y dirijo mi mirada hacia tu sitio, suelo encontrarte mirando por  por la ventana como quien busca algún auxilio a la rutina o percatarme de los golpecitos que sueles hacer con las manos cuando te presionan con pendientes, pero luego vuelve la rutina y la cobardía que me lleva una vez más a mis propios pendientes.

Sé que es cuestión de tiempo. Un día me aburriré de la rutina, me cansaré de las distancias, no haré caso de lo que me dicen e iré de frente a tu sitio, sin pensarlo mucho, sin planear las palabras que dirija, tan solo robarte una sonrisa, capturar tu mirada y por qué no, si la osadía me domina decirte que desde algún tiempo, en esa esquina que puedes ver a la distancia, ando yo queriéndola, digo queriéndola querer invitar a compartirnos unos minutos de la vida.




19 de febrero de 2016

Creencias de lucha

Si bien andamos algo ajenos, no es motivo para amilanarse. Es decir, es cuestión del lado por el que se le mire y yo prefiero mirarte desde este extremo. Si bien persigo tu mirada y comparto tu ideal, no es motivo para sentirnos del todo conectados. Ya sabes, a veces me da por las comodidades y puede que me reconforte las protestas entre líneas, a tono bajito y para oídos cercanos.  No obstante, es bonito saber de tu sonrisa, de tu lucha, de tu bronca con muchas cosas que se aceptan a pesar del atropello o la injusticia.  Es bonito que quieras hacerla de Quijote y quieras compartir la locura de gritarle a cuatro gatos nuestras broncas, nuestras luchas. Quizás, muchos no comprendan, te miren con recelo y a grito desalmado suelten el ataque "terruca". Ya sé, la protesta fue satanizada y la ignorancia suele gritar fuerte a todos los que anden protestando en la otra esquina. Lo encantador es saber que sabes que yo sé cuan lejanos estamos de ese insulto.  Asimismo, a pesar de mi protesta entre papeles y los tuyos en las calles, bregamos bien el camino y trasmitimos en algo los mensajes que muchas veces compartimos.

Es posible que mucho de nuestra forma de ver las cosas motive nuestra lejanía, quizás son nuestros escenarios de lucha. Que te aburra mi base de protesta y a mí me moleste las peleas, muchas veces sin sentido, que suele haber en el tuyo. Quizás eso nos tenga un tanto distanciados, pero como observador del mundo, cargo importante que me he puesto en mi base de protesta, puedo estar encantado de observarte a la distancia y disfrutar a pesar de la lejanía algo impuesta.  Que te admire en secreto y sueñe a que compartimos los mismos golpes de la policía o la misma pimienta entre los ojos. Enmarrocados muñeca a muñeca, abrazados en la misma carceleta.  Embriagados de amor o de lucha.

Finalmente, es cuestión de querer, creer y crear y yo te quiero, me la creo y te suelo recrear, entre tintas, viejas líneas, carbones o poesías. Te recreo a pesar que ahora te cueste la sonrisa, que tu mirada empiece a girar hacia otros lados, que no poses a mi costado y ya no me pidas más retratos. Te creo cuando dices que sigue la lucha, que mi asiento no es buen lugar para la protesta, que tienes más reuniones del partido y ese chico de mochila gastada y compañero de lucha no es más que un amigo tuyo.