7 de agosto de 2009

Para que me entiendas

Te explico, mi cerebro es flojo y no es cosa de ahora, siempre me ha pasado. Apenas veo un rostro con facciones similares a las de otra persona conocida, mi memoria las estandariza y llega a hacerme creer que a quien veo es el mismo individuo de hace tantos años. Tardé en llegar a esta conclusión, fue después de tantos errores que comprendí a la gente que me miraba extrañada cuando los saludaba cordialmente (porque no eran quienes yo creía, sino alguien muy similar que por un timo de mis neuronas había supuesto igual). Al principio me pareció que los del problema eran ellos, sobrados como se dice, que me dejaban con el gesto estirado o que fruncían el ceño ante mi sonrisa hueca clavada en el aire, por cuestiones ajenas a mi entendimiento. Pase entonces a una posición defensiva que me evitase ese mal sabor de boca por haber hecho el ridículo o haber actuado como un idiota ante simples desconocidos y sus acompañantes. Dejé de saludar a las personas por más que este seguro de haberlas reconocidos, si ellos buscaban mi hombro con sus manos, o decían mi nombre, el reencuentro se podía llevar a cabo, el saludo, la actualización, y la correspondiente despedida con promesas falsas de volvernos a ver, llamarnos y todas esas cosas que nunca hago, tú sabes.

Aunque me costó muchas veces fama de distraído o de altanero seguí así buen tiempo, hasta que detecte el error de mi cerebro y su flojera, los rostros cada vez eran más los mismos, algunos colegas del trabajo son tan parecidos a los de mi primera casa, otros de la universidad a los del colegio, clientes de mi trabajo a las personas que me insultaron en el supermercado, pasajeros del mismo bus idénticos a maestros o ex jefes. Lo malo de esta flojera mental es que muchas veces se prejuzga a los nuevos conocidos por ser parecidos a personas con las que se han tenido malas experiencias, es decir si su similar fue alguien con quien tuve un altercado en algún ayer del tiempo, este inocente neófito en mi vida deberá cargar el peso de esta situación por lo menos hasta que el mismo logre hacerme borrar esa primera impresión por merito propio. Y viceversa, muchas veces se han ganado mi simpatía personas totalmente detestables, por el simple hecho de traer a mi memoria seres entrañables desde alguna telaraña neuronal. Llegando a este punto tu mejor amiga (que de paso se parece mucho a una buena amiga mía de la primaria), conocedora de mi historial sentimental, me decía que yo siempre he buscado a las mismas mujeres, que sigo un patrón, un gusto muy marcado, la verdad yo no me había dado cuenta de eso, creo que puede tener razón.

La chica del abrigo rojo ayer en el café me hacia recordar a una tía que no visito nunca, el chofer del taxi que la semana pasada me devolvió ebrio a mi casa hasta hablaba igual que ese profesor que nos jaló en el último ciclo de la universidad. Cosas así han llenado mi día a día y mis caminatas por las calles, no es extraño que siempre voltee para ver bien a alguna persona supuestamente reconocida, que desvié mi mirada cuando nos besamos porque pienso que me han descubierto. Finalmente, los lugares también se vuelven familiares, la discoteca donde estuve ayer se me hizo tan similar al café que siempre concurrimos para charlar, las mesas, las sillas, la callecita, el mar, la chica a la que me vista besando anoche se me hizo tan igual a ti, y cosas así, ¿me entiendes?

No hay comentarios: