29 de mayo de 2009

Para ser de noche

Para que sea de noche, hay que invocar una brisa fría, húmeda, sepulcral. Hay que oxidar los barrotes de las jaulas, pintar fuera de las líneas, romper cristales, olvidar al reloj y su tictac. Para que la luz no se encienda en tus pupilas, hay que verse tres veces al espejo, no reconocerse en ninguna, hay que verse más viejo, más cansado, más gato, hay que pasar por todos los mares, volar en halcones, bailar desnudos. Hay que remedar novedades, derribar castillos, no escatimar en escalofríos, no hay que permitir vanidades. Para que oscurezca bien, para que pase, hay que rezar nuevas oraciones, beber los mismos licores, duplicarle la apuesta a la prescripción, buscar escaleras de caracol, balcones griegos, pétalos de sal. Hay que dejar pasar a la melancolía, meterse en la neblina, buscar pretextos para la tristeza, volverse inmune al cigarrillo, preferir el olvido, encontrar rincones escondidos, tejer telarañas, matar rayitos de esperanza. Para que sea, para ser de noche, hay que coleccionar lagrimas de plata, hay que perderse, hay que robarse el oro de los tigres, deshojar estrellas; y si la luna falla, es cuestión de correr un poco la persiana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aprendi mucho