22 de marzo de 2024

Perdona la tardanza

 

Bueno viejo amigo me ha llegado tu carta y me alegra saber que sigues vivo, aunque siempre tuviste una falsa tendencia al suicidio, recuerdo que tu verdadera tendencia era a ponerle un poco de drama a la vida. Confieso que me causa gracia este recuerdo y admiración poder recordarla aún. Te escribo porque me he enterado de tu libro, estuvo muy bueno y ya me falta poco para terminarlo, ya sabes que los ojos se cansan muy rápido, si de joven gustaba mucho del sueño, ahora de viejo no es la excepción. Pero prometo terminarla antes que acabe el año. Me alegra saber que te has animado y dejaste la pataleta de ya no querer escribir por la ceguera, algo me dice que, si voy a visitarte nuevamente, todo esto termina siendo una pereza de abrir los ojos, pura legaña vieja, esos tus dramas, ese tu desgano; pero igual no te reprocho, por cómo ha ido la vida, creo que yo también quisiera ser ciego. Sospecho que ahora miras lo que quiere tu mente y podrás vivir más en tus creaciones, creo que al final terminaras metiéndote de a pocos en tu último cuento que su final terminará siendo con el tuyo.

Viejo y querido amigo, recuerdo el día que te fuiste y entre envidia sana te dije: mal parido, que dios te acompañe en el viaje. Esta demás decir que soy ateo y que las bendiciones tenían otras intenciones, pero igual sabes que te estimo, aún eres mi hermano menor, aunque no sé porque te haces el más viejo. Una vez más se agradece el saludo y que me hayas devuelto el recuerdo de un amigo. Me cae como una caricia a la memoria. Como sabes, yo no deje mi Perú querido, aunque muchas veces me largue de acá, sabía que en este país y en mi Magdalena querida con vista al mar, me tenía que quedar. Te agradezco los buenos recibimientos en esa ciudad hermosa, lástima que ya no pueda darme otro viaje, ya las piernas no aguantan mucho trajín, y el corazón no está para cambio de climas. Saludos para Macris ¿se adaptó al invierno de París? Alguna vez inventamos una musa que se llamaba Abril, que será de ella y cuanto de los recuerdos serán reales y cuanto invento puro de los escritos.

Sospecho que te sorprenderá recibir esta carta el 30 de enero, de viejo quise corregirme y ser por primera vez puntual. Mis nietos, los hijos de tu ahijado, me dijeron que aproveche la tecnología y me pusieron en la agenda electrónica un aviso que me recuerde que debía escribir. Un plan contra el olvido, que con los años se hace más jodido. Ya sabes que, aunque siempre llegué tarde a todas las reuniones, siempre quise ser puntual, inclusive en tu matrimonio y en el bautizo de mi ahijado. Tú mi querido y viejo amigo, creo que aprendiste a entender mis particularidades y a no molestarte con eso. Así que en agradecimiento quise hacer una excepción, a pesar que tengo los años en contra. Espero viejo querido amigo, que tengas más dicha en este año. En estos días empiezo a escribir el prólogo que te prometí, te mando un libro del Gabo de regalo y unos discos de vinilo del gran Sabina. Me ha costado encontrarlas, ya no venden esta música por estos lares, pero tu ahijado Joaquín hizo de todo para encontrarlas, sospecho que te gustará. Ya las manos no responden bien, así que me tendré que ir despidiendo. Un abrazo en la lejanía, desde la Lima que tanto amaste y que tanto odiaste, se despide quizás por hoy quizás para siempre tu compadre y hermano mayor, Alejandro.

Nota: Padrino, te envío esta carta que encontré en la carpeta de mi padre. En realidad, son tres partes escritas en diferentes tiempos, pero la última parte fue escrita el 30 de enero. Ese día le dio un pequeño infarto y estuvo en la clínica por varios días más. Ahora ya está descansando, murió un febrero de calor insoportable, pero como siempre quiso; en cama y durmiendo. Me apena la tardanza del envío de esta carta, sospecho que al final él también lo quiso así, digo, para no perder la costumbre. Me despido Padrino, con los mejore cariños y recuerdos de niño y sabiendo que siempre fuiste un gran amigo de Papá.

22 de febrero de 2023

43 K

 

Son cuarenta y tres kilos. La piel es definida por sus huesos, es sus brazos se bifurcan trayectos, historias, pliegues y sombras que manchan su piel. Mis piernas tiemblan como a ella sus brazos. Sus brazos que rodean mi cuello, sin disimular el miedo. Cada escalón es una ruleta rusa. Lo sabe y se aferra a mí. El olor a sudor se va desprendiendo de sus cabellos, hilos blancos y delgados que bailan por mi rostro. Hace veintitrés años mi madre vino a este cerro en busca de nuevas oportunidades. Vino huyendo de él, buscando un nuevo comienzo, ser libre nuevamente. Sin embargo, este cerro se ha convertido en su cárcel. Cada escalón es un martillazo en los huesos, un golpe profundo, hueco que hace rechinar sus dientes y cerrar los ojos para silenciar el dolor. Poco a poco, la fueron derrotando y con el tiempo se cansó. Ahora solo mira desde la ventana la neblina que disimula la fealdad de este lugar. Mira y escucha los gritos de una ciudad molesta, escandalosa, que no soporta a nadie y que no está para dar favores o detenerse a mirarla. Ella descansa en este cerro. Su cárcel.

La cargo con mis veintitrés años encima, subiendo los cuarenta y tres escalones que me alejan de la avenida, que me permite llevarla al hospital. A la mitad del abismo hago un breve descanso, empiezo a sentir los hincones de la columna baja y las piernas me vuelven a temblar. Mi madre empieza a quejarse de mi inestabilidad. Dice que zigzagueo por las escaleras de un lado a otro y yo prefiero dar una tregua a este reclamo insistente. Sentadas a un extremo, diviso, dos escalones más abajo, unos palitos y colillas que empiezan su danza habitual. Se van juntando poco a poco: boletitos y servilletas, envolturas y Tecnopor, arrugadas o hechas bolitas producto de la furia, la indiferencia. Van formando un tumulto junto a un montículo de tierra y empiezan a girar entre ellas azuzadas por el viento, creando su propio remolino de indiferencia. Giran y saltan, intentan convertirse en aves para escapar. Yo también quisiera escapar, pero luego de ciertos fallidos vuelos, caen los “Icaros”, escondiéndose en los pasadizos que se crean entre el cemento y la tierra. Entre tanto escalón colorido, entre tanta publicidad municipal.

El recorrido se repite todos los días, está vez no es a ella a quién cargo, el espejo de los baldes refleja el gris del cielo. Juego a que soy un dios que puede moverlo a su voluntad y los hago temblar creando olitas que distorsionan la imagen, que rebotan en el agua de mi balde, de extremo a extremo. Cada escalón tiene flechas tácitas que me indican hacia que parte me debo arrimar. A la derecha si en la izquierda se ha corroído el cemento y se divisa una piedra media salida, que pone a prueba tu fe, a la izquierda si en la derecha veo mierda de perro, mierda, mierda. 
Mi fuerza, reduce los baldes, raciona su uso, agota mi rutina. Mi madre nos trajo buscando una mejor oportunidad, creyendo que acá en esta capital bendita, junto a este cerro húmedo y tantos escalones, tantos escalones, tantos... podríamos lograr algo mejor. ¿Yo?, yo solo tengo frío, frío, dolor y sed...



6 de enero de 2022

Satélite

Déjame decirte algo, el problema no soy yo, no eres tú. Es ese botón de autodestrucción que anda tan satélite en nuestras vidas. El problema es que o lo aprieto yo o lo aprietas tú o quien sabe, lo aprieta aquella, aquel. 

Vuelvo a repetir, no somos el problema, el problema es lo que ves, lo que consumimos, es aquella película, aquella serie, aquella canción, aquella ajena que se mueve como satélite, esperando el momento para eclipsar tu luz y en la oscuridad gatear hasta la habitación.

Ahora, seamos sinceros ni tú, ni yo, ni ella y quien sabe, ni aquel, va a descubrir nada nuevo; como te dije, esto ya lo vimos antes, en un programa televisivo, mientras sonreíamos cogidos de la mano, jurando y brindando por tu amor, mi amor.  

Está bien, lo admito, no voy a llenarme de excusas, ni te voy a dar los argumentos, pero alguien debió abrir esa cajita "pandoriana" que se guarda el primer día, debajo de la cama, cuyos demonios que escondemos inevitablemente vuelven a salir.

Me voy, pero no digas que no te lo dije.

11 de noviembre de 2021

Run Run

Hay tardes en las que comprendo a Run Run

No pidió nacer zorro ni ser criado perro

y de grande solo quería vivir libre a lo que diga su instinto.

Amanecer con el día y dormir con las estrellas

comer lo que encuentre y salvarse cuando pueda.

Ahora le han dado cuatro paredes y alimentos en horarios

Por lo menos él no tiene que pagarla con interés y a 20 años. 


21 de enero de 2019

Casa Grande


Te muestras a los lejos, con tus ojos de vidrio y ojeras color crema que ya no esconden tu cansancio. El polvo que te avientas ya no puede disimular más tus cicatrices y desde acá puedo divisar el color abandono que te envuelve. Ya no eres guarida de multitudes, ahora tan solo te recorren los recuerdos como fantasmas que se niegan a deshabitar.

Te veo escondido, entre los árboles y el corazón me delata, latiendo cada vez más intenso, más sostenido. Los años ya no son los mismos, tampoco nosotros, los que antes te recorríamos cual niños gritando de escalera a escalera o inventando posibles pasajes secretos que nos escondías. Ahora me llueve arcilla por los ojos, de trocitos que te va quitando poco a poco la brisa que te acaricia. Te niegas a caer a pesar de los años, se rebela el arbusto de flores celestes, el pino, sus ventanales y aquel letrero flojo, desencajado que escupe la noticia: Vendido.

7 de agosto de 2018

Batallas perdidas

Ahora en este este espacio vacío vienen líneas como soldados de batallones a preparar mi primer ataque. Ya sabes, el silencio y el resguardo fue necesario después de la última derrota que me dejó a penas con un poco de respiro. Ahora vienen, ya los escucho. Entre cantos y versos desfilan a lo lejos, preparados para lo que les diga. Airosos saldremos ahora de esta nueva batalla. Ha habido tiempo para planear mejor las cosas, entender de los errores, valorar los aciertos y continuar, siempre continuar.  Sin embargo, si me ves, ahora cargo con algunas cicatrices, he perdido dos dedos de la mano derecha, la vista no es la misma de antes y quizás algunos dirán que tengo un leve cojeo, no obstante, he tenido tiempo para crear este territorio nuevo y explorar sus calles y pasadizos, escuchar a los extraños, el respiro lento y pausado de los ancianos y los gritos alocados de los niños. He tenido  tiempo para crear las bancas en donde suelo sentarme y así ver aquellos escapes del sol o coqueteos de la luna. De crear el malecón que siempre me permitió conversaciones prolongadas entre amigos. Ahora con este nuevo batallón de líneas solo queda dar el primer ataque. La espera es buena aliada cuando no tienes muchas herramientas, sin embargo no es buena si ya cuentas con ellas. Así que no hay vuelta que dar es mejor salir de una vez y lanzar nuestro mejor ataque.

*La literatura te permite ganar batallas perdidas. 

23 de noviembre de 2017

Yanina

Me gustan sus ojos, grandes y expresivos los cuales cada vez que miran hacia arriba dan la sensación que anda pidiendo permiso al amor. Me gusta su nariz en donde juegan pequeñas pecas tenues. Aquellas que cual cielo limeño, solo las puedes apreciar si las miras con atención. Me gustan sus pies, pequeños y juguetones, que siempre me buscan debajo de las sábanas y danzan con los míos durante las noches. Me gustan las curvas que se generan al terminar su espalda. Redondas y firmes se muestran sus nalgas tan seguras, tan sensual. Me gustan sus manos que suelen buscarme al andar y buscarme en la oscuridad. Sus manos que se saben de memoria mi cuerpo y saben también hacer tregua entre los dos. Me gustan sus senos que suelen hacerse presente con cierta timidez. Ella es hermosa y suele andar con el cabello amarrado, con la sonrisa a todos y la mirada hacia el futuro. Suele mirarme con atención cuando cuento historias que recuerdo o le comento como anda el mundo de raro. Sabe que perfecto no soy, que a veces suelo tener ganas de tirar la toalla y sin embargo me embarga con su amor y me riñe con la mirada.
-Vamos hombre, que el día no ha acabado, que falta mucho para fin de mes. Ni que hablar de fin de año. Así que vamos que lo importante en este camino es primero, que sigas andando a mi lado, que no te amilanes ante la lucha, que busques ser siempre un hombre mejor y que no te olvides que mientras vivamos siempre intentemos hacer lo que sabemos hacer mejor. ¿Sonreír? –Ser Feliz mi amor.

7 de noviembre de 2017

Tiempos Difíciles


Prepárate, se vienen tiempos difíciles, y no es que los esté invocando con mi eterna vocación por complicar las cosas, es que ya no doy más y en la siguiente esquina me bajo, ¿querrás andar a pie conmigo lo que queda del camino? Esto siempre fue una mentira, que no es lo mismo que haberte estado mintiendo, es que yo nunca puse resistencia cuando me iban subiendo a este ómnibus donde te conocí, mamá insistió tanto y la calle se iba quedando vacía, me hubieran tildado de loco si no seguía a los demás. ¿Te imaginaste que sería el primero en rendirse?, probablemente no. Es cierto que el paisaje es maravilloso y logré acomodarme en un espacio cerca a la venta con una vista espectacular de nuestros mejores años que van quedando atrás, no me quejo de las comodidades a bordo, tampoco de todos los pasajeros, acepto que cada vez soporto a menos, pero es más culpa mía que suya. Mientras que a ti siempre te voy a amar, tanto que entiendo si en la siguiente esquina no te quieres bajar. Perdóname por no advertírtelo cuando te sentaste a mi lado, ni yo sabía que me iba a cansar tan pronto, que esta no era mi manera favorita de viajar, que tenía otras opciones. No llores, el ómnibus es grande y siempre hay alguien esperando por asientos libres y junto a la ventana, lo inevitable es que ya no puedo respirar de este aire viciado, ni escuchar las voces de los demás en mis oídos, ni dejarme llevar por las curvas que decida el conductor. Esperaba que alguien me salvara hace 3 paradas, pero siempre tuve mala suerte y nadie va a regalarme soluciones fáciles, es hora de liberarme por primera vez, romper el vidrio y saltar al camino, el conductor no va a detenerse, te invito a saltar conmigo, entiendo si tienes miedo, sé que va a necesitar de mucho esfuerzo, pero prefiero ser yo mismo el que trace la ruta.

4 de noviembre de 2017

Entrepreneur

Este es el peor momento de la noche, cuando la charla ha terminado y la emoción de la noche ha pasado. No tiene que ver con nada que haya dicho, todo es siempre muy claro y efectivo, el guión ha sido revisado por mucha gente y hemos practicado tantas veces las mejores técnicas para parecer espontáneos, que es casi imposible que algo salga mal. Además, el público viene a escuchar cosas que los reconforten, nadie está detrás de algún error mío o de la organización. Todos son felices sabiendo que tomaron la mejor decisión de su vida y el alto precio de la entrada fue su mejor inversión. Todos quieren ser millonarios mañana, todos son entrepreneurs.

Este es el peor momento de la noche, cuando estoy camino al hotel de alguna ciudad tercermundista y pienso en los asistentes de las primeras filas, casi siempre son los que menos dinero tienen, se ve en sus ropas, en sus celulares y joyas falsas, pero pagaron más por estar más cerca del escenario, por captar la mayor parte del mensaje y aprender a vivir sin que nadie les diga que hacer (excepto mis libros), sin jefes a los que seguir ciegamente (excepto a mi), con plena libertad de hacer lo que quieran (excepto faltar a mis conferencias). Algunos casos de éxito suelen emocionarlos: este de aquí empezó peor que tú y ahora viaja en avión privado todos los domingos a Dubái, aquella dejó su exitosa carrera de derecho y se convirtió en la mujer más poderosa de esta parte del planeta, este joven aprendió más sobre gestión en una excursión al Everest que en un MBA. Y todos son amigos míos, mira cuantas selfies nos hemos sacado juntos.


Este es el peor momento de la noche, y por supuesto que nunca lo voy a mencionar, es cuando recuerdo a la gente que estuvo en primera fila, como tú. Que me hizo caso y se arriesgó, como tú, pero que no salen en las fotos, como ellos. Es la parte más difícil del trabajo, y es la parte en la que menos quisiera pensar, ¿a cuánta gente le digo noche a noche que deje sus trabajos e invierta todos sus ahorros en sueños que parecen pesadillas?, ¿a cuántos asistentes he llevado de la mano hacia el borde del abismo y los he envalentonado a saltar?. Es cierto que puedo llevarme uno o dos casos de éxito más de esta noche, pero ¿qué hago con el resto? ¿a cuanta gente he llevado a la quiebra? Este es el peor momento de la noche, pero debo seguir mi camino, este fue mi sueño y lo estoy cumpliendo yo empecé como ustedes amigos, yo también soy un entrepreneur. 

23 de octubre de 2017

Información perdida


Aquí estoy, tengo 19 años, mujer, nacida en Sullana, soltera y prisionera. Aquí estoy, y otra vez no me vas a escuchar. Al principio lo intentaba, cuando sentía tu llamado inesperado a la puerta, cuando sabía que eran tus pasos en la entrada, trataba de que me escucharas, luchaba contra la soga que atrapa mis gritos, rogaba porque el movimiento de mi silla fuera lo suficientemente escandaloso para llamar tu atención. Guardé esa esperanza durante los primeros años. Le ha faltado decirte que la casa tiene también un sótano, otro televisor y un niño que murió al nacer. No terminé la secundaría, ¿esto se considera trabajo u ocupación? Llegue aquí hace 5 años, debía apoyar con las tareas de la casa, pero ahora no hago nada de eso, solo espero a que él se acuerde de mí, me alimente y utilice cuando se le antoja, todavía es fuerte y mis brazos siempre pierden cuando van a enfrentarlo. Me criaron como católica, pero hace años que solo conozco el infierno, ¿cómo le puedo rezar a un dios que me ha abandonado? Soy de raza mestiza, aunque mi piel hace mucho que no recibe al sol, no sé si mis padres siguen vivos, ni se si ellos saben algo de mí. ¿Él te ha parecido muy amable verdad?, solo no bebas nada que vaya a ofrecerte, termina rápido con el cuestionario, vete lo antes posible, así no hayas terminado todas las preguntas. ¿Escuchaste?, pide ayuda, lucha lo más fuerte que puedas, esta quizás sea tu última oportunidad, él no se va a tranquilizar, él no entiende razones, corre, huye, regresa por mí. No, no quiero tu compañía, no vas a tomar mi lugar.

9 de enero de 2017

Cinco minutos


¿Cuánto tiempo de una noche es realmente importante?, ¿Cuántos días de un mes valieron la pena despertarse?, ¿Cuántos años podemos decir que estuvimos realmente vivos? La fiesta fue tan larga anoche, mientras llegaban los invitados y brindábamos por mis 30 años parecía que solo nos habíamos juntado para tomarnos fotos y hacerlas públicas, excepto tú.  Y aunque no se me da muy bien lo de disimular, y nunca sabré si tu sonrisa al descubrirme mirándote es cómplice o nerviosa, podría recrear cada segundo que pasé a tu lado. El licor nunca juega a mi favor, y estoy seguro de que alguien debe haberme descubierto perdido en el arco de tus pies o en la manito que reposas sobre tus piernas mientras bebías pequeños sorbos de exquisitez.

La noche empezó lenta, rituales de rutina y conversaciones genéricas, hasta que tu llegada aceleró el reloj y yo sentía que competía por tu atención, que la quería en exclusiva, y aunque no quería incomodarte, quería también que me mires como yo te miraba, abstraída en el centro de una noche perpetua, desde el arco de tus pies y la manito sobre las piernas.

Es difícil desaparecer cuando todos te buscan y te están observando. Me dijeron tantas cosas que olvide al instante, el tiempo se malgasta en las manos de quienes no piensan lo que dicen. Pero tú no, cada palabra contó, cinco minutos y quince segundos que me regalaste en exclusiva, desde el primer momento sabía que sería cotidiano y asombroso, que podría escucharte hablar de cualquier tema, que todo lo que había dicho era un ensayo para ese momento, que con suerte podrías escucharme, que quizás el amor te podría encontrar incluso después de haberte casado.

26 de octubre de 2016

Barrio Pobre


Las noches son tan frías, el viento se estrella salvajemente contra las ventanas, es imposible no notarlo antes de dormir. Mi cobija esta vieja y agujereada, pero me puedo envolver en ella. Las luces dejan de funcionar a las 11 de la noche como en todos los barrios pobres de la ciudad, por eso ella trata de ver películas cortas para no quedarse sin saber cómo van a terminar.  

En las mañanas hay que estar temprano antes de que la cisterna se quede sin agua, el costo es altísimo pero es la única manera, ella sale temprano arrastrando su balde más grande y me despierta. Con suerte regresa a tiempo para prepararse algo de desayunar, sino comerá algo en el camino. A veces duerme en el viaje al trabajo, otras se frota los brazos cansados de cargar agua a diario o se cubre el pecho porque en la noche hizo mucho frio y maldice su pobreza sobre todas las cosas.

Regresa tarde y trata de ver cómo viven los demás en la tele, anhela decorar su casa como en las películas, busca enamorarse como en las novela. Hasta que se apaga la luz, y despierta a su realidad, deja el balde listo para la mañana, cierra las ventanas sin dirigirme la mirada, por lo menos ya no le incomoda mi presencia, desde que me regalo su vieja cobija entendí que ya no le molestaba que durmiera en la calle bajo su ventana.

30 de septiembre de 2016

El Viejo

Cuando nació el tercer hijo de Doña Victoria lo bautizaron con un nombre que ya no recordaba, creció rápido para poder apoyar a papá en la chacra, sobrevivió hasta convertirse en el mayor de los hermanos y el último en irse a la capital. De su infancia solo recordaba las pocas horas que fue a la escuela, los domingos en la iglesia y las cosas que le enseñó papá. Su recuerdo más antiguo era de una misa, lo mandaron a callar de un cocacho mientras el cura recitaba el evangelio de Juan, y como lo que decía Juan era más importante que lo que decía cualquiera en el pueblo decidió llamarse así: Juan Casas, tercer hijo de Doña Victoria, el mayor de todos y el último en irse.

Papá se fue muy pronto, había enterrado dos niños y una niña pequeña, le dejó encargada la cosecha de ese año, cuanto debía cobrar y cuando empezar con la siguiente. Le dijo que mamá se encargaría de sus hermanos, pero que tan pronto pudieran debían ayudarlo. Mamá se fue también, en su último día le dio más besos que en toda su vida, “aquí ya no hay nada para ti y tus hermanos” fue lo último que le dijo, así que en cuanto puedo envió a cada uno de ellos con su tío en la capital. Juan fue el último en partir, se había enamorado y tenía tres hijos creciendo en la chacra.

Las cosas no iban bien, debía ir a la capital a buscar más dinero, primero unos días a la semana, luego unas semanas al mes, finalmente unos meses al año. La ciudad lo agobiaba pero ahí estaba la plata, se podía trabajar de lo que sea, guardia en alguno de los barrios nacientes, albañil en las muchas construcciones nuevas o cargador de verduras en el gran mercado. Prefería esta última opción, le gustaba pensar que llevaba sobre su espalda las mismas papas que crecieron en su chacra, las que su mujer seguro había sembrado.

Regresaba de haber dejado dinero en la chacra y lo llamaron para cuidar un nuevo barrio que crecía al otro lado del rio Rímac, había sido zona agrícola le dijeron, todavía quedaban algunas chacras, por eso la llamaban “Ciudad y Campo”. Fue guardia, ayudó a construir muchas casas del barrio, y a trabajar la tierra en las chacras que quedaban. Los de la cooperativa le regalaron un lote para que construyera algo suyo, pero tenía que estar ahí, sino se la adueñaba otro de los que estaban esperando. Ya no podía regresar a casa, está ahora era su casa, su mujer tendría que entender.

Tenía facilidad para el trabajo, nunca rechazó una oferta, hacía de todo, y todo lo hacía bien, también enamorarse. La hija de unos vecinos era amable con él, se enamoraron, tuvieron 3 hijos, pero el trabajo lo llevaba por otros lados, cruzaba mucho el rio Rímac, a veces despertaba cerca del mar, otras sobre los cerros de Lima, y en cada trabajo tenía un amor, y en cada amor un hijo, y tenía tanta facilidad para conseguir trabajo.   

Los hijos crecían, y aunque no los veía a todos, se acordaba mucho de cada uno. La ciudad creció mientras el envejecía, los que le conseguían trabajo se fueron muriendo, su primera mujer ya había abandonado la chacra, estaba en la capital, pero no se habían vuelto a ver. Sus hijos lo visitaban, cada vez más mientras iba envejeciendo, sus mujeres no. Tuvo nietos, bisnietos y un tataranieto, la casa se llenaba de música en cada cumpleaños, su última compañera era feliz con él y con toda su descendencia, papá y mamá nunca hubieran adivinado hasta donde pudo llegar, tenía la mano llena de callos y lo dolían las articulaciones, pero él siempre reía.  

Su última compañera falleció, y él la amaba como si en ella estuviera todo el amor que pudo dar, la casa quedó vacía, venía la gente, pero él no los veía, sabía que sus hermanos también se habían ido, que él era el tercero, que era el mayor, y que sería el último en irse. La última noche trataba de recordar su verdadero nombre, le gustaba la idea de que quizás alguno de sus hijos, nietos, bisnietos o quizás su tataranieto se llamaba como él sin saberlo. Al día siguiente sobraron hombros dispuestos a cargarlo, por fin iba a descansar, todos estaban presentes, nadie quería perderse la oportunidad de despedir al viejo, ese que fue tantos, que amo demasiado y al que nunca le faltó una sonrisa para su tataranieto.

13 de septiembre de 2016

201


Te imaginas en un salón, con mucha gente, gente que conoces, que te mira desconfiada, que te quiso y ya no lo hace más. Te imaginas a tu madre viéndote por primera vez sin amor, te imaginas a tu padre confirmando que fallaste, a tus hermanos conteniendo las ganas de golpearte.  ¿Pensaste que tanta gente vendría a recriminarte?, de algunos ni te acordabas, pero nadie quería perderse la oportunidad. ¿Sabes si esto es real?, ¿puedes confiar en ti esta vez?, alguien gritó lo peor que hiciste en tu vida; otro, tu error más grande; mamá recordó las veces que le fallaste; y papá (que esperaba poco de ti) dijo que se sentía decepcionado. Tres de ellas quieren abofetearte, tus mejores amigos deseaban lanzarte un derechazo. ¿Cuánto sientes que mereces en realidad?, nadie te va a rescatar, todos los que conoces están aquí, así que abandona cualquier esperanza, este es el final del camino.

El salón está ubicado junto a la escalera que va hacia el sótano, tiene una pequeña ventana a la altura del techo y la gente que pasa por ahí echa una mirada al interior sin perder el paso. Tú los ves, también sin prestarles mucha atención, no vas a pedir ayuda, en el fondo quieres esto tanto como ellos. Los reproches siguen, ya algunas cosas ni las recordabas, pero al escucharlas te sientes como si acabaran de suceder. Pareciera que el aire es finito en ese salón, ellos son muchos y tú estás solo, quisieras que fueran más para que el tiempo se acorte, quisieras que tu respiración dure menos que sus palabras. ¿Puedes ver el sol ocultándose?, la luz es cada vez más débil afuera, por dentro todo es cada vez más oscuro, y sus palabras son más duras, solo una pregunta ronda tu mente: ¿no podría ser el final más corto?

La última derrota


Mujer, hay tanto miedo en mí. Me tiemblas los brazos al tocarte, ¿y si mis manos no te llevan al lugar donde otros te llevaron? Me faltan fuerzas para alcanzarte, y me asfixia la duda por el futuro. ¿Quién dijo que mañana es mejor?, porque no podemos quedarnos  aquí, donde todavía puedo ganar, después me arrepentiré de tanta cobardía, pero he visto muy poca luz estos días, perdona la torpeza y las palabras que me guardo, la angustia se apodera de mí y nunca ha sido fácil.

En vez de ganar, quiero abolir el juego para no perderte, aunque tu respiración está al alcance, la posibilidad de caer me atrapa y me destruye. Mujer, debes irte, aunque me duela, perder sin haber jugado es mejor que perderlo todo.

Quizás no todos estamos hechos para triunfar, y los pocos que tenemos mala suerte sufrimos la avalancha de gritos que nos alientan a llegar a la meta. No me exijas un triunfo, si no puedo empezar la partida, quedate conmigo, esta es la última vez que pierdo, otra vez.