A ella, por la obviedad
Maldita la noche cuando me duelen tus besos, cuando se escapan las interpretaciones y el sentido de los porqués, maldita la madrugada llena de alcohol, humo y condena, malditos los recuerdos que suelen colarse entre las luces de la vía. Maldita esa compañera de trabajo que se ríe como tú, y maldita las ganas de no dejarte ir. Maldito ese sueño de un imposible muy parecido al amor, malditas las confusiones y la desespera, maldita, otra vez, la noche en que pensaste de más, en que perdía créditos por las estrellas que te sobraban, malditas las caricias que se cansan sin tu espalda, malditos los rincones de primeros pasos y trotes poco cansados. Maldita esa mentira fantástica del te quiero, maldita la cartelera que solo hablaba de ti, maldito yo que siempre fui un caballero y no intente salvarme un poco el pellejo, maldita la distancia y la mucha espera, maldito el olvido que necesita maquillarse, el romance que se muestra como es, las excusas de un tal vez, de un perdón, de mejor ya no. Maldita ciudad gris, pandémica de melancolía, triste en esencia y con daños a terceros, maldito malecón, malditas las olas. Maldita, maldita la noche que es la única fiel, maldita porque una mujer puede abandonarte pero nunca la noche.
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