15 de noviembre de 2008

Magdalena

Tenía la excusa para verte, llevabas el vestido corto, la vergüenza olvidada y la sonrisa casi escasa, eras la mujer de mis sueños, mejor dicho de mis insomnios, con los que me perdía. Yo te vi un poco distante, andabas mirando de costado, conversando con el de al lado, te juro que traje lo que pedías y como siempre te prometo la alcoba, la almohada, no me pidas el cielo, la luna, tu sabes siempre quise ser terrenal, más de lo que querías, quizás más de lo que aceptabas, pero me encantaba buscarte en el espacio donde seas libre y grites, donde no se te exigía compostura ni me pidas mucha ternura, tú sabes algo de eso que le llamas, como es...claro que lo digo, lo malo es que no lo escuchas igual y no quiero romper el encanto, digo la magia, el esfuerzo o la buena intención como a veces dices tú, en todo caso ya estoy aquí y tu ya estas allá ignorandome inicialmente, como para vengarte y tu sabes yo lo acepto, no pienso reclamarte algo que no quiero me exigas luego, cuestión de comodidad, de realidad, es para convencerme y convencerte de que vamos por el camino que me ofreciste la primera vez que te desnude, en todo caso, si me distraigo ya habrá algún extraño como el que esta a tu costado que me devuelva a la primera cita donde yo te diga, estee...claro que lo digo, pero tu ya lo sabes.

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