26 de octubre de 2016

Barrio Pobre


Las noches son tan frías, el viento se estrella salvajemente contra las ventanas, es imposible no notarlo antes de dormir. Mi cobija esta vieja y agujereada, pero me puedo envolver en ella. Las luces dejan de funcionar a las 11 de la noche como en todos los barrios pobres de la ciudad, por eso ella trata de ver películas cortas para no quedarse sin saber cómo van a terminar.  

En las mañanas hay que estar temprano antes de que la cisterna se quede sin agua, el costo es altísimo pero es la única manera, ella sale temprano arrastrando su balde más grande y me despierta. Con suerte regresa a tiempo para prepararse algo de desayunar, sino comerá algo en el camino. A veces duerme en el viaje al trabajo, otras se frota los brazos cansados de cargar agua a diario o se cubre el pecho porque en la noche hizo mucho frio y maldice su pobreza sobre todas las cosas.

Regresa tarde y trata de ver cómo viven los demás en la tele, anhela decorar su casa como en las películas, busca enamorarse como en las novela. Hasta que se apaga la luz, y despierta a su realidad, deja el balde listo para la mañana, cierra las ventanas sin dirigirme la mirada, por lo menos ya no le incomoda mi presencia, desde que me regalo su vieja cobija entendí que ya no le molestaba que durmiera en la calle bajo su ventana.

30 de septiembre de 2016

El Viejo

Cuando nació el tercer hijo de Doña Victoria lo bautizaron con un nombre que ya no recordaba, creció rápido para poder apoyar a papá en la chacra, sobrevivió hasta convertirse en el mayor de los hermanos y el último en irse a la capital. De su infancia solo recordaba las pocas horas que fue a la escuela, los domingos en la iglesia y las cosas que le enseñó papá. Su recuerdo más antiguo era de una misa, lo mandaron a callar de un cocacho mientras el cura recitaba el evangelio de Juan, y como lo que decía Juan era más importante que lo que decía cualquiera en el pueblo decidió llamarse así: Juan Casas, tercer hijo de Doña Victoria, el mayor de todos y el último en irse.

Papá se fue muy pronto, había enterrado dos niños y una niña pequeña, le dejó encargada la cosecha de ese año, cuanto debía cobrar y cuando empezar con la siguiente. Le dijo que mamá se encargaría de sus hermanos, pero que tan pronto pudieran debían ayudarlo. Mamá se fue también, en su último día le dio más besos que en toda su vida, “aquí ya no hay nada para ti y tus hermanos” fue lo último que le dijo, así que en cuanto puedo envió a cada uno de ellos con su tío en la capital. Juan fue el último en partir, se había enamorado y tenía tres hijos creciendo en la chacra.

Las cosas no iban bien, debía ir a la capital a buscar más dinero, primero unos días a la semana, luego unas semanas al mes, finalmente unos meses al año. La ciudad lo agobiaba pero ahí estaba la plata, se podía trabajar de lo que sea, guardia en alguno de los barrios nacientes, albañil en las muchas construcciones nuevas o cargador de verduras en el gran mercado. Prefería esta última opción, le gustaba pensar que llevaba sobre su espalda las mismas papas que crecieron en su chacra, las que su mujer seguro había sembrado.

Regresaba de haber dejado dinero en la chacra y lo llamaron para cuidar un nuevo barrio que crecía al otro lado del rio Rímac, había sido zona agrícola le dijeron, todavía quedaban algunas chacras, por eso la llamaban “Ciudad y Campo”. Fue guardia, ayudó a construir muchas casas del barrio, y a trabajar la tierra en las chacras que quedaban. Los de la cooperativa le regalaron un lote para que construyera algo suyo, pero tenía que estar ahí, sino se la adueñaba otro de los que estaban esperando. Ya no podía regresar a casa, está ahora era su casa, su mujer tendría que entender.

Tenía facilidad para el trabajo, nunca rechazó una oferta, hacía de todo, y todo lo hacía bien, también enamorarse. La hija de unos vecinos era amable con él, se enamoraron, tuvieron 3 hijos, pero el trabajo lo llevaba por otros lados, cruzaba mucho el rio Rímac, a veces despertaba cerca del mar, otras sobre los cerros de Lima, y en cada trabajo tenía un amor, y en cada amor un hijo, y tenía tanta facilidad para conseguir trabajo.   

Los hijos crecían, y aunque no los veía a todos, se acordaba mucho de cada uno. La ciudad creció mientras el envejecía, los que le conseguían trabajo se fueron muriendo, su primera mujer ya había abandonado la chacra, estaba en la capital, pero no se habían vuelto a ver. Sus hijos lo visitaban, cada vez más mientras iba envejeciendo, sus mujeres no. Tuvo nietos, bisnietos y un tataranieto, la casa se llenaba de música en cada cumpleaños, su última compañera era feliz con él y con toda su descendencia, papá y mamá nunca hubieran adivinado hasta donde pudo llegar, tenía la mano llena de callos y lo dolían las articulaciones, pero él siempre reía.  

Su última compañera falleció, y él la amaba como si en ella estuviera todo el amor que pudo dar, la casa quedó vacía, venía la gente, pero él no los veía, sabía que sus hermanos también se habían ido, que él era el tercero, que era el mayor, y que sería el último en irse. La última noche trataba de recordar su verdadero nombre, le gustaba la idea de que quizás alguno de sus hijos, nietos, bisnietos o quizás su tataranieto se llamaba como él sin saberlo. Al día siguiente sobraron hombros dispuestos a cargarlo, por fin iba a descansar, todos estaban presentes, nadie quería perderse la oportunidad de despedir al viejo, ese que fue tantos, que amo demasiado y al que nunca le faltó una sonrisa para su tataranieto.

13 de septiembre de 2016

201


Te imaginas en un salón, con mucha gente, gente que conoces, que te mira desconfiada, que te quiso y ya no lo hace más. Te imaginas a tu madre viéndote por primera vez sin amor, te imaginas a tu padre confirmando que fallaste, a tus hermanos conteniendo las ganas de golpearte.  ¿Pensaste que tanta gente vendría a recriminarte?, de algunos ni te acordabas, pero nadie quería perderse la oportunidad. ¿Sabes si esto es real?, ¿puedes confiar en ti esta vez?, alguien gritó lo peor que hiciste en tu vida; otro, tu error más grande; mamá recordó las veces que le fallaste; y papá (que esperaba poco de ti) dijo que se sentía decepcionado. Tres de ellas quieren abofetearte, tus mejores amigos deseaban lanzarte un derechazo. ¿Cuánto sientes que mereces en realidad?, nadie te va a rescatar, todos los que conoces están aquí, así que abandona cualquier esperanza, este es el final del camino.

El salón está ubicado junto a la escalera que va hacia el sótano, tiene una pequeña ventana a la altura del techo y la gente que pasa por ahí echa una mirada al interior sin perder el paso. Tú los ves, también sin prestarles mucha atención, no vas a pedir ayuda, en el fondo quieres esto tanto como ellos. Los reproches siguen, ya algunas cosas ni las recordabas, pero al escucharlas te sientes como si acabaran de suceder. Pareciera que el aire es finito en ese salón, ellos son muchos y tú estás solo, quisieras que fueran más para que el tiempo se acorte, quisieras que tu respiración dure menos que sus palabras. ¿Puedes ver el sol ocultándose?, la luz es cada vez más débil afuera, por dentro todo es cada vez más oscuro, y sus palabras son más duras, solo una pregunta ronda tu mente: ¿no podría ser el final más corto?

La última derrota


Mujer, hay tanto miedo en mí. Me tiemblas los brazos al tocarte, ¿y si mis manos no te llevan al lugar donde otros te llevaron? Me faltan fuerzas para alcanzarte, y me asfixia la duda por el futuro. ¿Quién dijo que mañana es mejor?, porque no podemos quedarnos  aquí, donde todavía puedo ganar, después me arrepentiré de tanta cobardía, pero he visto muy poca luz estos días, perdona la torpeza y las palabras que me guardo, la angustia se apodera de mí y nunca ha sido fácil.

En vez de ganar, quiero abolir el juego para no perderte, aunque tu respiración está al alcance, la posibilidad de caer me atrapa y me destruye. Mujer, debes irte, aunque me duela, perder sin haber jugado es mejor que perderlo todo.

Quizás no todos estamos hechos para triunfar, y los pocos que tenemos mala suerte sufrimos la avalancha de gritos que nos alientan a llegar a la meta. No me exijas un triunfo, si no puedo empezar la partida, quedate conmigo, esta es la última vez que pierdo, otra vez.

12 de agosto de 2016

El mismo pasadizo

Pudo ser el momento de soltar verdades,  pero la sonrisa llevadera nos dejó un buen sabor con tragos agridulces. La mirada profunda que se extiende en las pupilas perdidas de antiguas amantes, son muchos pecados, demasiados secretos,  el beso de judas repartiendo por todos lados, la mejor cara del cinismo, regalada de nuestra extraña consideración a los demás. Nadie busca jactarse de honores y lealtades, todos cojean en este pasadizo.

Despedida

Quizás tu mirada ande perdida en la rutina, quizás te encuentres, luego en las mías. Puede que mañana sea una mañana difícil para los dos. La sentencia de la claridad de las cosas nos condena a una sonrisa pausada y a una mirada compasiva. No te prometo volverte a buscar, ni te diré si me detengo un rato durante el camino. El viaje será largo y cada vez más distante. Distante a esa casualidad traviesa que nos permitiría volver a cruzarnos. No te preocupes por mi falta de abrigo o mi desorden que no sigue a la rutina. He aprendido algunas cosas nuevas en estos tiempos. Entiendo también tu partida. Sé que es la conclusión de varios días analizando. Algún día volveremos a llamarnos para contarnos de los días sin mí, sin ti o quizás nos extraviemos en el tiempo y quedemos como un recuerdo borroso que tan sólo se sabe que se sentía bonito, por lo que es mejor una despedida amable. Mañana viene también ella y no le hablaré de ti como lo hice de ella ante ti, sólo para aminorar los errores dados, para no volver a pisar los mismos hoyos que tanto nos costaron salir.

11 de marzo de 2016

Cuento Chino

La gente dice que soy muy hábil con la computadora, que mis ilustraciones son las mejores y que se cómo conectar con el público. Yo, la verdad, siento que he tenido mucha suerte, el momento adecuado para mostrar mi trabajo me trajo a esta gran agencia de publicidad y el inesperado éxito de las campañas en las que participe me hizo ganar el respeto de mi jefe y mucho dinero rápidamente. Es así que ayer estuve, por primera vez, en una reunión para preparar la estrategia publicitaria de Keiko en la segunda vuelta, sí, segunda vuelta, porque es obvio que ellos ya están en esa instancia, y no quieren perder una vez más o eso era lo que yo creía.

Fui citado muy temprano por la mañana, los que me conocen saben lo difícil que puede ser para mi despertarme temprano, pero frente a la oportunidad tan grande que significaba este proyecto, puse de mi parte y pude estar ahí, diez minutos tarde, pero los que me conocen les dirán que es mucho mejor a lo que estoy acostumbrado. Primero me presentaron al jefe de campaña y al candidato a la primera vicepresidencia, personas muy decentes, o eso era lo que yo creía, nos pasamos toda la mañana entre presentaciones de nuestros trabajos anteriores, Brainstorm, resumen de los objetivos del partido y mucho raje sobre los otros candidatos y antiguos compañeros.  Pidieron comida de un chifa cercano y quien lo trajo fue nada más y nada menos que el esposo de Keiko, Mark Vito, nos repartieron los platos y mi gesto al probarla debió ser tan obvio que el mismo Mark me miró y dijo “para la cena comerás algo mejor”  en su español malísimo y casi humorístico.

Mark se quedó en la reunión toda la tarde, por momentos entraban algunos candidatos al congreso desesperados por tener mayor protagonismo, pero fueron muy pocos los que se quedaron hasta el final. Nunca ví a Keiko, ella estaba en cuzco donde seguro la esperaba un gran recibimiento, pero conocí a varios futuros congresistas o ministros, porque así era como me los presentaban. Finalmente, teníamos los lineamientos claros y prometimos volver en una semana con la campaña diseñada a todo nivel (radio, televisión, redes sociales, etc.). Mark tomó la palabra antes de que nos despidiéramos y nos invitó a celebrar por este día tan productivo, mi jefe no podía quedarse mucho tiempo, pero yo era joven y sin obligaciones así que los seguí hasta el final de su largo recorrido por la noche limeña.

Poco a poco se fueron retirando las demás personas y cada una se veía más borrosa que la anterior, al final solo quedamos un candidato a congresista, Mark, su guardaespaldas, el chofer y yo. El congresista, perdón, el candidato les pidió que nos llevarán a un bar de barranco para cerrar la noche pero yo no dejaba de seguir pensando en estrategias para la campaña de segunda vuelta, él me hablaba de futbol y yo le hablaba de buscar el apoyo de algunos jugadores representativos de la selección, el me habla de comida y yo le decía que sería buena idea tener una especie de mistura como cierre de campaña, y así seguimos toda la noche hasta que se cansó y me dijo: “tú debes ser el peruano más chamba de todos, no dejas de pensar en tu trabajo, y probablemente quieres que ganemos más que nadie, pero por esta noche solo relájate, no trabajes más que nosotros, porque ya hemos ganado, no las elecciones, sino nuestro objetivo principal, limpiar y repartir la plata. Déjame ponerte un ejemplo, a tu jefe le vamos a pagar S/. 500,000 soles por esta campaña, ¿Cuánto debería costar realmente?, supongo que S/. 100,000, pero con eso ya limpiamos S/. 400,000 y le reconocemos a tu jefe el apoyo a Alberto durante tantos años, y lo comprometemos a más obviamente. Tú eres un joven inteligente, multiplica ese sistema por cada cartel, comercial de televisión, periódicos, polos, pintura de paredes, etc. Seguimos lavando dinero por todo el país cada 5 años y de yapa metemos 30 congresistas, no importa si vamos a ganar, ya conseguimos lo que queríamos.”

20 de febrero de 2016

Extraños conocidos

Sé que tienes mi distancia y que a veces mis palabras se pierden entre torpezas que la timidez puede propiciar. Me han dicho que a veces sientes que soy un ermitaño, algo extraño, de pocas expresiones. Que me ves ocupado, andando por todos lados, maldiciendo los trabajos o las horas que me quedo demás. Al parecer en este tiempo que no nos han dejado para conocernos, nos hemos ido conociendo mejor.

Es importante que sepas, que entre momentos busco tu sonrisa desde mi escritorio y aunque no sepa de cuestiones extrovertidas he ido descubriendo que tienes los lunares que reposan en tu rostro y otros tantos que van cayendo por tu cuello, las pecas que se esconde por tus hombros, el cabello que baila con el viento. Tu voz que en tono bajito me saluda y en tono de susurro te respondo.

¿Ves que nos vamos conociendo? No te amilanes por mi poca voluntad o mi falta de osadía. Tiendo a habitar dentro de lo seguro y solo pasear por sus límites. Digamos que tampoco has hecho mucho tú. Esos saludos formales o comprometidos los dan muchos. Las horas pueden ser algo esquivas, así como nuestras miradas o palabras. Si bien suelo andar algo ido, no dejo de oír lo que tu risa expresa. La libertad de una mujer que disfruta de los momentos, el contagio cómplice que se confabula con los cercanos, el escape desafiante que se revela a la rutina.

Ya ves, es cuestión de tiempo, de robarle las ganas a la osadía, mientras tanto sigo escuchando de tanto en tanto tu risa que me saca de la rutina, que me lleva a un respiro para aguantar más las horas en la oficina.  A veces en que las fuerzas me ganan y dirijo mi mirada hacia tu sitio, suelo encontrarte mirando por  por la ventana como quien busca algún auxilio a la rutina o percatarme de los golpecitos que sueles hacer con las manos cuando te presionan con pendientes, pero luego vuelve la rutina y la cobardía que me lleva una vez más a mis propios pendientes.

Sé que es cuestión de tiempo. Un día me aburriré de la rutina, me cansaré de las distancias, no haré caso de lo que me dicen e iré de frente a tu sitio, sin pensarlo mucho, sin planear las palabras que dirija, tan solo robarte una sonrisa, capturar tu mirada y por qué no, si la osadía me domina decirte que desde algún tiempo, en esa esquina que puedes ver a la distancia, ando yo queriéndola, digo queriéndola querer invitar a compartirnos unos minutos de la vida.




19 de febrero de 2016

Creencias de lucha

Si bien andamos algo ajenos, no es motivo para amilanarse. Es decir, es cuestión del lado por el que se le mire y yo prefiero mirarte desde este extremo. Si bien persigo tu mirada y comparto tu ideal, no es motivo para sentirnos del todo conectados. Ya sabes, a veces me da por las comodidades y puede que me reconforte las protestas entre líneas, a tono bajito y para oídos cercanos.  No obstante, es bonito saber de tu sonrisa, de tu lucha, de tu bronca con muchas cosas que se aceptan a pesar del atropello o la injusticia.  Es bonito que quieras hacerla de Quijote y quieras compartir la locura de gritarle a cuatro gatos nuestras broncas, nuestras luchas. Quizás, muchos no comprendan, te miren con recelo y a grito desalmado suelten el ataque "terruca". Ya sé, la protesta fue satanizada y la ignorancia suele gritar fuerte a todos los que anden protestando en la otra esquina. Lo encantador es saber que sabes que yo sé cuan lejanos estamos de ese insulto.  Asimismo, a pesar de mi protesta entre papeles y los tuyos en las calles, bregamos bien el camino y trasmitimos en algo los mensajes que muchas veces compartimos.

Es posible que mucho de nuestra forma de ver las cosas motive nuestra lejanía, quizás son nuestros escenarios de lucha. Que te aburra mi base de protesta y a mí me moleste las peleas, muchas veces sin sentido, que suele haber en el tuyo. Quizás eso nos tenga un tanto distanciados, pero como observador del mundo, cargo importante que me he puesto en mi base de protesta, puedo estar encantado de observarte a la distancia y disfrutar a pesar de la lejanía algo impuesta.  Que te admire en secreto y sueñe a que compartimos los mismos golpes de la policía o la misma pimienta entre los ojos. Enmarrocados muñeca a muñeca, abrazados en la misma carceleta.  Embriagados de amor o de lucha.

Finalmente, es cuestión de querer, creer y crear y yo te quiero, me la creo y te suelo recrear, entre tintas, viejas líneas, carbones o poesías. Te recreo a pesar que ahora te cueste la sonrisa, que tu mirada empiece a girar hacia otros lados, que no poses a mi costado y ya no me pidas más retratos. Te creo cuando dices que sigue la lucha, que mi asiento no es buen lugar para la protesta, que tienes más reuniones del partido y ese chico de mochila gastada y compañero de lucha no es más que un amigo tuyo.



22 de enero de 2016

Cliffhanger

Ojalá te atrevieras a cruzar ese puente, a escribir o gritar mi nombre en la oscuridad. Tengo tanto  miedo de estar equivocado que no podría moverme ni un centímetro en falso esta vez. Mi cuarto está al borde de un precipicio y yo salto más fuerte cada mañana, sé que voy a caer a un costado muy lejano del tuyo pero no sé si es lo que quiero. ¿Qué hacer cuando volteas la mirada y no te gusta la senda tras de ti?, ¿he fallado tanto que no puedo borrarlo? Aunque es cierto que siempre estuve medio perdido, pero sigo saltando, y solo he llegado empujado por los minutos de tantos días iguales y cortos. El año ha sido tan desastroso y se ha pasado tan rápido, entre brinco y brinco, que siento estar arrastrando un paquete de decepciones en el bolsillo esperando explotar al contacto con el viento, en el lugar donde más haga daño, sin diferenciar inocentes de culpables.

Ojalá me fallara la memoria y olvidara recordar los errores que he cometido en la ruta, ojalá solo tuviera que seguir saltando, sin enfrentar mis fallas y aprender a tolerarlas así como acepto la de los que me acompañan, ojala pudiera dejar de acercarme al vacío y perdonarme tantos errores como los que te he perdonado a ti.  

3 de enero de 2016

Quinientos uno

El mes pasado me escribió tu hermana para contarme que has quemado todas mis cartas, que por favor no insistiera, que respete tu forma de seguir adelante y que te deje en paz. Mi primera reacción fue de rabia al recordar la pasión que grabé en cada una de ellas y las noches que pase puliendo todas las palabras que quería llevar a tus manos. Sentí que parte de mi corazón también fue condenado al fuego por tantos sentimientos que entintados viajaron.


Pero luego de algunos días logré entender que el pesimismo alimenta la depresión e incrementa la distancia que nos separa. Por lo que he decidido tomar tu pequeño ritual al fuego como una oportunidad para borrar dos años de errores y regresar al ridículo placer de escribir palabras que me acerquen a ti. 

Espero que cuando leas esta segunda primera carta y cuando la releas puedas encontrar que no solo en la fecha que está firmada te amé sino que te amaré todas las veces que la abras buscando estos sentimientos que viajan a ti sin retorno, sin ambición, solo porque espero alguna noche recibir una respuesta, aunque tenga que enviar quinientas primeras cartas. Porque es cierto que el amor solo es perfecto cuando empieza y que luego todo es cuesta abajo, pero por ti estoy dispuesto a subir quinientas veces más y empezar de nuevo. 

La fecha que quieras/del mes que sea/en el año que se te antoje
Desde algún lugar demasiado lejos de ti.