13 de septiembre de 2016

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Te imaginas en un salón, con mucha gente, gente que conoces, que te mira desconfiada, que te quiso y ya no lo hace más. Te imaginas a tu madre viéndote por primera vez sin amor, te imaginas a tu padre confirmando que fallaste, a tus hermanos conteniendo las ganas de golpearte.  ¿Pensaste que tanta gente vendría a recriminarte?, de algunos ni te acordabas, pero nadie quería perderse la oportunidad. ¿Sabes si esto es real?, ¿puedes confiar en ti esta vez?, alguien gritó lo peor que hiciste en tu vida; otro, tu error más grande; mamá recordó las veces que le fallaste; y papá (que esperaba poco de ti) dijo que se sentía decepcionado. Tres de ellas quieren abofetearte, tus mejores amigos deseaban lanzarte un derechazo. ¿Cuánto sientes que mereces en realidad?, nadie te va a rescatar, todos los que conoces están aquí, así que abandona cualquier esperanza, este es el final del camino.

El salón está ubicado junto a la escalera que va hacia el sótano, tiene una pequeña ventana a la altura del techo y la gente que pasa por ahí echa una mirada al interior sin perder el paso. Tú los ves, también sin prestarles mucha atención, no vas a pedir ayuda, en el fondo quieres esto tanto como ellos. Los reproches siguen, ya algunas cosas ni las recordabas, pero al escucharlas te sientes como si acabaran de suceder. Pareciera que el aire es finito en ese salón, ellos son muchos y tú estás solo, quisieras que fueran más para que el tiempo se acorte, quisieras que tu respiración dure menos que sus palabras. ¿Puedes ver el sol ocultándose?, la luz es cada vez más débil afuera, por dentro todo es cada vez más oscuro, y sus palabras son más duras, solo una pregunta ronda tu mente: ¿no podría ser el final más corto?

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