Te imaginas
en un salón, con mucha gente, gente que conoces, que te mira desconfiada, que
te quiso y ya no lo hace más. Te imaginas a tu madre viéndote por primera vez
sin amor, te imaginas a tu padre confirmando que fallaste, a tus hermanos conteniendo
las ganas de golpearte. ¿Pensaste que
tanta gente vendría a recriminarte?, de algunos ni te acordabas, pero nadie quería
perderse la oportunidad. ¿Sabes si esto es real?, ¿puedes confiar en ti esta
vez?, alguien gritó lo peor que hiciste en tu vida; otro, tu error más grande;
mamá recordó las veces que le fallaste; y papá (que esperaba poco de ti) dijo
que se sentía decepcionado. Tres de ellas quieren abofetearte, tus mejores
amigos deseaban lanzarte un derechazo. ¿Cuánto sientes que mereces en realidad?,
nadie te va a rescatar, todos los que conoces están aquí, así que abandona
cualquier esperanza, este es el final del camino.
El salón está
ubicado junto a la escalera que va hacia el sótano, tiene una pequeña ventana a
la altura del techo y la gente que pasa por ahí echa una mirada al interior sin
perder el paso. Tú los ves, también sin prestarles mucha atención, no vas a
pedir ayuda, en el fondo quieres esto tanto como ellos. Los reproches siguen,
ya algunas cosas ni las recordabas, pero al escucharlas te sientes como si
acabaran de suceder. Pareciera que el aire es finito en ese salón, ellos son
muchos y tú estás solo, quisieras que fueran más para que el tiempo se acorte,
quisieras que tu respiración dure menos que sus palabras. ¿Puedes ver el sol ocultándose?,
la luz es cada vez más débil afuera, por dentro todo es cada vez más oscuro, y
sus palabras son más duras, solo una pregunta ronda tu mente: ¿no podría ser el
final más corto?
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