Para los días en que muere el verano, celebre que el sol ya no quema tanto, y que el viento es feroz con los carteles. Antes de salir de casa asegúrese de llevar algún aparato reproductor de música, unos buenos audífonos y ropa fresca. Camine despacio, aproveche que ya no tiene que buscar refugio en las sombras de los edificios, disfrute de la vista a su alrededor, recuerdo que se muere el verano y con el se van sus chicas de oro y piernas infinitas. Al llegar al paradero, no se estrese tanto que el viento es fresco y la espera podría desesperar menos si recordó llevar su reproductor de música, suba relajado a su vehículo, localice un asiento con ventana (esto es importante) si se puede coja uno de los que se encuentran al final. Y ahora súbale el volumen a sus audífonos, que corrija la melodía los defectos de su viaje, abra la ventana y ríndase ante el viento que lo envuelve, si lleva el cabello largo el placer se multiplica, piérdase en las curvas del tiempo que se deshace ante usted, aproveche la velocidad de su alocado conductor, si ronda por ahí el atardecer, siéntase afortunado, porque escapan del sol los mejores colores del cielo cuando esta por irse a dormir. Olvídese del sillón de cuero que lo lleva, flote, cante, respire, despéinese, disfrute de las últimas tardes cálidas y los últimos shorts del verano, si también se muere un amor, puede que le alivie un poco la pena.
Se recomienda ir escuchando “Like a rolling Stone” de Bob Dylan, o “La rueda Mágica” de Fito Páez.
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