Yo no he leído La Comedia, pero sospecho que Dante se debió de haber sentido así, ante las puertas doradas del Paraíso, inmensas y doradas. Debió sentirse como un insecto, triste en su nube blanca.
Aunque mi nube era gris, como las del cielo limeño. Había llegado a ella saltando como un arlequín entre otras almas perdidas, buscando un rincón donde descansar, sin aureola y sin alas. No fui de maldad pura, ni de altruismo bondadoso, pase mis días tranquilo, sin nada que resaltar, era esencialmente egoísta diría yo. Por eso quizás no tenia cuernos ni cola, ni estaba al otro lado de la puerta, vagaba desnudo por un cielo gris, sin percatarme de los otros ni buscando su atención, prefiriendo la comodidad y el profundo silencio con mi mente en blanco.
Gastaba el tiempo viendo esa puerta, enorme y cerrada, de oro macizo, prohibiéndonos a los perdidos el goce del Paraíso. Nadie intento saltar la barda, llamar a la puerta o por lo menos tocarla, parecíamos resignados, conocíamos nuestros pecados. Tampoco vimos entrar a nadie, la puerta nunca se abría, sus bisagras parecían oxidadas por la inactividad. No tenía guardias, no tenía porteros, ni torres de control ni casetas de seguridad, parecía invitarnos a pasar, parecía que nadie aceptaría su invitación.
Hasta que un día lo insospechado sucedió, las bisagras rechinaron por lo oxidadas, la puerta se abrió, sin guardias que la custodiaran. Nadie ingresó, solo apareció ella, con más propiedades de la luz que de la materia. Salio con la mirada fija en mi nube gris, en mi ausencia de aureola, en mi falta de alas. Yo no he leído La Comedia, pero sospecho que Dante se debió de haber sentido así. Ella acomodó sus alas sobre mis muslos, me volvió a besar. Las puertas del Paraíso se abrieron, finalmente un ángel llegó.
1 comentario:
pucha nunca llegare a tu nivel mis escritos son galletas chaplin a comparacion de los tuyos!
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