31 de marzo de 2008

Socialmente Adicto

Libertad, por fin (temporal) libertad, salir del trabajo y sentarse a esperar, salir por la noche con la luna en la nuca, esperando a quien tarda para formar el pelotón. Sacando un cigarro, mostrando el cartón. Y de la sombra sale un flaco, viejo y acabado señor, clamando despacio -caballero me podría invitar un cigarro, con rostro de angustia, con media lágrima en camino, con mueca de no seas malito. Me recordó a Ribeyro y su “Solo para Fumadores”, me vi a mi mismo de adicto al tabaco, tan adicto que hasta se mendiga un cigarro. Que miedo, mas bien, que triste, si tristísimo saber que se puede llegar a ser tan adicto, que el mal se lo hace uno mismo, que las volutas te enredan y el humo te llena, que el tabaco y su olor se vuelven día a día, noche a noche, copa a copa. Que miedo, que triste, pero igual se lo invite, no sé, quizás la nostalgia del relato Ribeyriano o su rostro suplicante me empujaron a hacerlo. Que va si no soy adicto, solo soy un fumador social.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Darle un cigarro a alguien que lo necesita es como escuchar a tú amigo en sus peores o mejores momentos....

Asi somos los adictos!!!

Martin N.