Esta es la última carta con la que te voy a incomodar, no seguiré intentando con tu teléfono, ni rondaré más por tu vecindario, siempre fue más fácil escribirte y voy a tomar esa ventaja.
Aunque sé que no tengo perdón ni justificación, he decidido que la culpa no me prohíba escribirte esta inútil despedida. Para mí siempre fue más cómodo escribirte, ¿recuerdas que te enamoré con más de cien dedicatorias?, y no faltaba alguna fecha especial donde te sorprendía con un pedazo de papel que te hacia tan feliz, tan sonriente.
Si nos hubiésemos juntado siglos atrás, donde sólo las cartas unían a la gente, hubiese sido el mejor de los amantes, el rey de las dedicatorias. Pero ya nada es así, la tecnología y las relaciones han cambiado y no basta con una rima suelta o algún piropo pretencioso para alimentar la rutina. Tú me hablabas de compromiso, proyectos y del mañana, yo me la pasaba jugando con las palabras, tentando al abismo por vivir tanto en las nubes, coleccionando muñequitos y discos rayados.
Palabras, solo eso te di y con esas me despido, yo ya no tengo excusas, los pecados son muy grandes, más grandes que las palabras, si tan sólo viviéramos en el pasado, si tan sólo bastara una dedicatoria más, quizás en una vida anterior ya me habrías perdonado.
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