17 de julio de 2012

Sobre la dependencia de los mapas.

A ella le gustaba jugar con mis muñecos después de hacer el amor. Desnuda se sentaba al filo de la cama y escogía algunos de mis juguetes que estaban esparcidos por el escritorio como cadáveres de una batalla perdida, entre mis libros, mapas, planos y fotos de mis amigos. Sabia cuales eran mis favoritos, los combinaba con los mapas que uso con mayor frecuencia e inventaba historias secretas donde nunca ganaban los buenos.

Yo necesito los mapas para estar tranquilo, me es imposible imaginar que hay detrás de las paredes o al otro lado de la calle, no puedo ubicarme geográficamente, hasta necesito llevar el plano de mi casa u oficina para no caer en una crisis nerviosa. Nunca voy a un lugar sin un mapa de mi destino, y para poder estar en casa de mis amigos estos me hacen borradores de los planos de sus hogares en papeles sin escala y sin mucha firmeza.

A ella le gustaba jugar con mis muñecos después de hacer el amor, yo dormía mientras ella construía batallas con mis mapas y superhéroes de plástico. Nunca he querido justificar mis acciones, lo que hice estuvo mal y su respuesta estuvo a la altura. Si mi infidelidad fue maquinada, (una serie de actos supuestamente bien calculados), su venganza fue mejor. Su sonrisa brillaba mejor que nunca esa noche, sus besos eran fuertes y su amor fue intenso, porque sabía que sería la última vez que se permitiría amarme. Cuando se fue apagó las luces, dejó comida en el escritorio, y se llevo todos mis mapas, hasta el plano de mi casa. Su venganza fue robarse mi mundo, encerrarme en mi cuarto sin poder saber que hay detrás de las paredes, sin el plano que me diga dónde está la puerta hacia la calle, y sin saber que calle es.

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