30 de mayo de 2011

Perdido

Todo era tan nuevo para mí, papá. Ayer estábamos sentados en un parque dentro de la universidad y vimos a la gente pasar junto a nosotros, gritando y con las manos en alto, algunos llevaban disfraces, otros carteles con frases muy ingeniosas que luego se convertían en sus arengas. No pudimos resistir el unirnos al grupo, guardamos rápidamente nuestros libros, celulares, ipods y laptops mientras íbamos aprendiendo las rimas que gritaba la masa. Salimos de la Universidad, y por suerte Paco había llevado su cámara para tomarnos unas fotos en medio de todo este movimiento con las puertas de la facultad a nuestras espaldas. Cuando llegamos a la Av. Venezuela tuvimos la suerte de encontrarnos con un grupo de policías tan serviciales que decidieron acompañarnos, sospecho que iban al mismo lugar que nosotros, porque nos siguieron durante todo el trayecto, y eso que íbamos a paso lento mientras que ellos paseaban en caballos, patrulleros y porta tropas.

Me creerás si te digo que me aprendí toditas las rimas muy rápido, eran muy pegajosas, pero eso sí, había que gritar bien fuerte o sino no servía de nada. Trate de coleccionar todos los papelitos de colores que se repartían entre los miembros del movimiento, y aunque la mayoría nos veía con algo de desconfianza logramos hablarle a algunos muchachos que nos fueron dando de a pocos carteles, pitos, y ollas para golpear. Tomamos muchas fotos para el facebook, con los carteles, junto a las pintas que hacían algunos chicos en las paredes hasta incluso con algunos policías que no sabían sonreír. Yo twitteaba desde mi BlackBerry todas las rimas apenas me las aprendía y cuando llegábamos a algún lugar que reconocía también lo twitteaba, “Amixers estoy en la Av. Alfonso Ugarte en la marcha :P (Y)”, “Aquí por la Av. Quilca, zona peligrosa, mucha delincuencia, menos mal que algunos buenos policías nos están cuidando :D”, y cosas así.

Poco a poco se fue oscureciendo, ya nos íbamos cansando, pero la emoción de escuchar mi voz resonar por toda la Av. Wilson y la promesa de que en la Plaza San Martín nos esperaba lo mejor, nos hacían seguir nuestra ruta a paso firme. Mis amigos se fueron quedando en el camino, ¿Matías fue quien te dijo que estaba aquí no?, en fin, el asunto es que deben estar muy picones porque yo les gane a todos y llegué solo a la cabeza del grupo, ahí donde estaba el cartelote ese que salgo cogiendo en el periódico. Ahí me fui ganando poco a poco el cariño de la gente, uno de los chicos me encargó que cogiera de una esquina la pancarta, mientras se iban a preparar no se qué cosa, otro me encargó un montón de papeles rojos para meterlos en mi mochila, hasta creo que se preocuparon por si estaba muy cansado, ya que una chica muy guapa me dio un pañuelo y una bolsa “para el vomito” me dijo, pero yo no tenía ganas de vomitar, así que guarde las cosas en mi bolsillo y le sonreí para no parecer malagradecido.

Todo era tan bonito, papá, hasta que pasó eso de lo que tanto hablan. No pude ver quien fue, pero alguien nos atacó. Ya estaba oscuro y justo antes de llegar a la Plaza San Martin, empezaron los gritos, los correteos y el gas. Los muchachos gritaban que nos mantengamos unidos, y que ayudáramos a los caídos. Todo se puso tan raro, algunos corrían y lanzaban objetos por el aire, otros vomitaban o se trataban de ocultar detrás de cualquier cosa. Hasta algunos policías se confundieron porque en vez de atacar a nuestro enemigo nos estaban lanzando bombas de gas a nosotros. Yo trataba de twittear todo en tiempo real, pero las cosas pasaban muy rápido, y entonces me dieron ganas de vomitar, a pesar de eso seguí avanzando, ayude a quienes pude, pero el problema eran los policías, que estaban tan confundidos que nos seguían lanzando bombas lacrimógenas. Lo peor era que nosotros también teníamos mala puntería y las cosas que lanzábamos contra nuestros enemigos les caían a ellos, por lo que aumentó la confusión. Los caballos arremetían contra los demás muchachos, pobres animales que se guían por impulsos, nosotros no éramos el enemigo, ellos tampoco, alguien debía detener eso. Cogí una bandera que alguien había dejado tirada en la pista para que vean de que lado estaba y me acerqué de a pocos hacia los policías, ya era muy de noche, trate de hablar con uno de ellos, pero no me dejaron soltar ni una sola palabra. Sospecho que por la bandera en mis manos se dieron cuenta de que no era el enemigo y me quisieron proteger, lo malo fue que no me dejaron ni hablar, me cogieron entre 2 de ellos y me metieron en uno de los portatropas. Les agradecí por haberme traído aquí, ya era muy tarde, yo había perdido mi celular en medio de todo el alboroto, y tenía que dormir en algún lado. En la mañana les agradecí por las molestias que se tomaron, aunque el lugar como veras, está muy feo, pero tú siempre me enseñaste a agradecer todo lo que me den, les dije que ya me quería ir, que tenia clases, que si sabían donde había dejado mis cosas, pero fueron tan buenos que insistieron en que me quedara, yo no quería abusar de su confianza, pero ellos fueron tan amables que me indicaron que ya tú estabas en camino, que mejor te espere, que ahí veremos cuando me podré ir. Así que dime, papá, ¿ya nos vamos?

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