Yo no quiero mentirte, no te diré que no soñé, ayer, contigo. Tú te despertabas al lado de la cama y sin mirar, girabas el cuerpo y pedías dormir un poco más y que te abrazara para no tener frío. No te quiero mentir, no te diré que me levante creyendo que algo andaba mal, que al salir de la cama y dejarte durmiendo con tú manía de poner la mano, en forma de puño, entre tu boca y tu nariz. Yo intentaba disimular lo que escuchaba en las noticias. Hablaban de una estabilidad extraña, de una pobreza exigua, en algún momento creía que era de ese mundo del que hablaba Peter pan. No te voy a mentir, el baño que nos dábamos en la mañana tuvo un raro momento mientras tus sandalias lilas se iban escapando contigo y alguna pregunta soltabas a lo lejos. ¿Tú crees que podremos sonreír mañana y en ese mañana de días posteriores, en ese futuro incierto del que dicen los medios? Sólo pude atinar a creer que, cómo tú, entendíamos que las cosas no andaban bien, habían gritos que se escuchaban en la vergüenza y ese quejido que en la indiferencia puede ocultarse no era algo que compartíamos al andar . Es verdad, no volverán las oscuras golondrinas, ni tendremos una información imparcial. El grito mudo de las calles va siendo notorio, se han ido olvidando de la vergüenza. Nosotros partíamos en búsqueda de la belleza de la rebeldía y no quisimos probar de la fealdad del conformismo. No te voy a mentir, anoche soñé contigo, sonreías y me dabas la mano traviesa y caminábamos hacía ese futuro que ahora le llaman incierto, tiramos los periódicos vendidos, apagamos la televisión mentirosa, me despedí de mi gata dormilona que ignoraba todo y tú de ese loro hablador que repetía lo que escuchaba en la televisión. No te voy a mentir en algún momento desperté y las noticias volvían a gritar. Parecía que disentir era una provocación y rebelarse al conformismo, una extensión de la locura.
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