27 de diciembre de 2008

Tránsito

Esta noche de verano, y más aún, de sábado, es novedosa porque se oscurece en casa, por la moderación, por la falta de humo, por el disfraz de abstemio. Esta noche pasa molesta por el calor de las paredes, por el baño de luna soberbia, por su desvío, por el olor a fruta que no gusta nada.

Huyendo de la estupidez veo otra película de Kubrick, aplaudo el talento gesticular de Jack Nicholson, me dejo seducir por la locura. Quiero leer a Ribeyro toda la noche (aunque también quiera quitarme sus marcas), vestirme y salir sin destino ni retorno, borrarme los 2 apellidos, dejarlos a ellos con sus crímenes. Batallo con un disco rayado en busca de la canción de la semana, pienso en la mujer que perdí, en la que estoy perdiendo sin haber tenido, reflexiono de mis nuevos amigos, de sus viejas penas, me aburro de mi recién estrenado puesto, me ahorco con la corbata de las cajas preferenciales, le reclamo a mi nueva rutina su falta de luz, sueño con París, transmuto algunos aforismos, hace mucho calor para fumar. Pienso en todo, no hago nada, ¿una noche perdida más?, eso lo decide el lector.

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