28 de diciembre de 2008

Salto

Hay una idea que me esta rondando desde hace algunas horas, después de tanto haber escuchado ese disco y releer mis propios apuntes sobre algunos libros viejos y olvidados. Hay una tentativa que se muestra y se oculta en el ondear de la cortina, que entreabre mi ventana, que con el viento dice “es hora de saltar”. Ya estoy harto de tanto trajín, de reducciones de personal, de mujeres que se van, de divorcios a plazos, de ni poder siquiera definir la felicidad. Estoy harto de la desesperanza, de los tiempos peores que vendrán, de la resignación en las barbas de los filósofos, del siquiatra y sus pastillas, del sueño y su vaivén. Estoy cansado de la hipoteca, de llegar a las metas, de salir temprano para trabajar. Cuanta falta de creatividad, de brillo, de espontaneidad, que mezquina la vida del adulto, nunca hubiese salido de la universidad. Maldita sea esa ventana y el sillón que esta frente a ella; la noche tan callada que podría saltar ahora sin menor respuesta, que no llegaría el fiscal hasta muy en la mañana, que si alguien se acuerda de mi seria novedad. Creo que sí, que no llegare jamás a nada, que nadie lo hará, que este punto final pesará igual que en 40 años, que si no salto ahora será un pulmón o un tranvía el que se ocupe de mi. Ahora, ¿qué hago?, el ruido del cristal al romperse debe de haber despertado a algunos vecinos, ahora cómo se los voy a explicar, quién podrá creer que quise saltar desde un primer piso.

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