A Cristina para pagar una deuda
Debo a las malas compañías el que me anden botando de todos lados, de las aulas, de las bóvedas y hasta de las salas en fiesta. Debo también a ellos un escape de la madrugada, un refugio en todas las playas, dormir en el asiento trasero de un auto desconocido, beber sin educación, matarnos de risa. Por allí rogaban, que no nos vayamos a extraviar, que lo que se formó en un mes pase de los calendarios, que si esta vez fue un cumpleaños mañana será el deseo de volvernos a encontrar.
El mar es un milagro, que baila mucho mejor de madrugada, su brisa es un guiño de melancolía cuando el sol nos gana y quieren que sigamos igual. El mar es el mismo, inconmensurable, insospechado, que siempre me ha echado de menos, que recibe a mis malas compañías, que las conoce, que les presta su orilla para celebrar, para cantar desafinado cuando ya el cielo ha cambiado de color.
Incluso ahora les debo, su epidemia de tristezas, ese salud entrecortado, de mujeres que se fueron, de los hombres que te hicieron mal, de Ey Marcos!, échame una mano, tú si eres mi hermano, de una excepción el domingo y mi Alianza no va bajar. Faltaron las mañanitas, sobro danza sin sentido, a seguir de frente que aun quedan botellas, que si no hay vasos no hay problema, que si no hay consuelo nos lo inventamos, y si nos botan también de aquí, seguimos avanzando.
1 comentario:
Un momento de poca honra pero de mucha efusividad, embarrados en las risas de los que nos veían hablar de Sabina, Páez, y demás bohemios idolatrados por nuestros andares diarios... Definitivamente tenemos que repetir cada cosa que vivimos cuando soltamos las lenguas que bien tapan nuestros alicaídas presentaciones físicas. Un abrazo, messie Madrid.
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