14 de diciembre de 2013

El Mariachi



El mariachi guarda una pena que le afina la voz, respira hondo y acomoda los latidos de su corazón al ritmo que le exige cada canción. Tú lo puedes ver caminar bajo el sol como uno más, de noche se pone su traje y recurre a sus recuerdos para ganarse el pan. Después de todo, él no es lo más importante de la velada, él es tan solo un instrumento que te ayuda a sentir, a través de sus palabras, las formas del mal amor y el inalcanzable olvido.

El mariachi tiene un repertorio muy corto y bastante repetido, ya no sabe si es su vida o es ficción lo que canta, si el día que ella se fue escribió “Que te vaya bonito”, o si es que tras la primera noche juntos nació la letra de “Amanecí en tus brazos”. El canta igual en una boda como en una fiesta de cumpleaños, recita las líneas y contiene las lágrimas, ya sea en casa o en una sala de recepciones, y la soledad lo acompaña aunque este rodeado de gente.

El mariachi sabe que tiene una pena, pero no sabe qué pena es, si es suya o heredada, si fue tan grave o sólo exagerada. Al final no encuentra soluciones posibles a su interminable rutina, no quiere perderse más en el laberinto de trompetas y guitarras mexicanas. Todos los días son iguales, pero este será el final; recita el estribillo de “En el último trago” como si la estuviera inventando, haciéndole un salud a la nada con la copa repleta de tequila y cianuro.    

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