Lo curioso es que tú y yo seguimos siendo los mismos, con
los mismos vicios y las mismas debilidades. Seguimos durmiendo del mismo lado
de la cama y seguimos llamando a las cosas por los mismos nombres que antes. Escuchamos
la misma música y repetimos los mismos pasos de baile, seguimos irritándonos por
los mismos crímenes y riéndonos de las mismas ocurrencias que solemos
encontrarnos en la calle.
Tan solo hemos acomodado nuestras variables a la nueva mano
que nos dio el destino, ajustamos nuestros relojes a otros husos horarios, le sonreímos
a otros rostros y nos resguardamos bajo otras sombras. Aprendimos a besar otros
labios y a soñar con otro futuro, parecido al anterior, pero con otras siluetas
en el horizonte.
Y, probablemente, cada noche seguimos la misma ruta de
siempre, observamos la misma luna, con la misma nostalgia y diferentes compañías.
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