10 de febrero de 2013

Solo Para el Fumador



A Julio Ramón Ribeyro



Para quienes hemos renegado de casi todas las creencias que trataron de inculcarnos nuestros padres es necesario inventar pequeñas tradiciones que compensen esa necesidad primitiva del alma por los ritos y las ceremonias. 

Es por eso que todos los 4 de diciembre recuerdo la partida de mi escritor peruano favorito Julio Ramón Ribeyro, con una serie de detalles dignos de la más grande ceremonia católica. Primero llevo bajo el brazo alguna copia de “La palabra del mudo” o “Prosas Apátridas”, compro un paquete de cigarrillos y salgo a cumplir con mi aburrida rutina (valga la redundancia) recordando mis pasajes favoritos de su obra. Aprovecho cada pausa del día para hojear algo de lo que él escribió, pienso en lo que fue como persona y ensayo una imposible charla con él compartiendo el mismo encendedor. Al final del día empieza la procesión, el hombre que despertó en mí el gusto por los relatos cortos, los cigarros y las ficciones sobre los marginados tiene un busto poco conocido en un ovalo de la Av. Pardo, justo en el lugar donde se desarrolla parte de su cuento “El próximo mes me nivelo”. Este busto flota desolado entre la brisa que viene del malecón y los buses que van hacia la Av. Del Ejército, por eso desde donde el destino me haya ubicado ese día comienzo mi peregrinaje hacia esta plazuela invisible en medio de Miraflores. Voy fumando cigarro tras cigarro encendiendo el siguiente con los restos del anterior, pero siempre dejando por lo menos uno, una última bala para cuando llegue a mi destino.

Ya en el altar solitario de Julio Ramón, le enciendo un cigarro, se lo pongo como humilde ofrenda y repito las frases que he ensayado todo el día, le cuento alguno de los argumentos que se me han ocurrido pero que por flojera nunca concreto, él no contesta, curiosamente esta mudo, y ya algún cabo de servicio comienza a verme inquietamente decido emprender la retirada hacia mi casa para no tener que darle explicaciones por mis actos.

Todos los 4 de diciembre por las noches, espero que mis padres se duerman y abro las ventanas de la casa, enciendo un cigarrillo tímido con la esperanza de que nadie lo perciba, me quedo al borde de la ventana cerrando la noche con alguna frase de Julio Ramón en la cabeza. Pienso en escribir este relato mientras las cenizas de cigarro caen hacia la pareja de adolescentes que empiezan a descubrir el amor bajo mi casa, ellos protestan por mi falta de consideración y por mi voyerismo, y yo les pregunto ¿Qué hacen tan tarde metidos en mi cenicero?


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