27 de enero de 2013

La Oficina



Hay que tener huevos para ser oficinista, ir contra tus instintos y vender tu alma y tiempo por dinero. Fácil es dejarse llevar por la corriente, aventurarse a hacer lo que se gusta y fracasar. Lo más difícil es acomodarse al horario de otros, a las órdenes sin sentido que tu jefe recibió de su jefe, al reloj que acusa sin misericordia tus tardanzas y al encierro voluntario en cajitas de cristal.

Cualquiera puede ser independiente, artista, vividor, mantenido, ser su propio amo y hacer lo que se quiere cuando se quiere, sin un centavo en el bolsillo. Es de corajudos, disfrazarse para el trabajo, limitar el baile de tus neuronas a lo que se necesita y no protestar. 

Hay que tener huevos para ser oficinista y vivir adentro mientras la vida pasa por afuera.

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