La vejez se ha posado sobre tu rostro y yo puedo tocarla,
tus ojos se han caído y tu hablar se hace lento. A veces tropiezas en tu terco
ejercicio de andar sola y yo estoy atento al ruido que haces al intentar
levantarte. Las horas se llenan de recuerdos que invaden la oscuridad en la que
estamos viviendo, tú perdida entre tus lerdos movimientos y yo sentado entre
memorias y momentos que me niego a olvidar. Los males y el tiempo nos han
quitado las fuerzas, pero tú sigues luchando, mientras yo me dejo llevar, tú
disimulas el dolor mientras yo naufrago entre las tinieblas, si tan solo
pudiera curarte una herida.
Al final hay una forma de escapar, pero a ti nunca te gusto
rendirte, me lo reprochaste tantas noches, mi derrotismo, mi pereza, mi predilección
por salidas fáciles. En realidad solo acortaba mi dolor, nunca quise
abandonarte, menos con esta enfermedad, cuantas noches te cogí en mis brazos y
sentí que la vida se te iba cuando en realidad solo querías dormir. Sé que
luchas y que sufres, que morirás luchando, vieja, si tan solo pudiera mostrarte lo
tranquilo que se está del otro lado.
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