A todos se nos ha quemado un foco alguna vez, y si no ya se quemará. Aunque parezca que su brillo es eterno y constante, todo foco deja de dar luz con el pasar de las noches. Mientras más intensa sea la luz que entrega el foco más rápido se acercará a su extinción, focos de mediana intensidad pueden prolongar sorpresivamente su vida útil aunque a veces la luz es tan baja que ya no tiene sentido que permanezca encendido.
Para cambiar un foco con éxito hay que tener en cuenta que se puede obtener una quemadura en el intento; para controlar esto se debe considerar el tiempo transcurrido desde que el foco dejó de funcionar por completo hasta el momento de la extracción. Si el fin de la vida útil del foco ocurrió recientemente es probable que la chamuscada sea fuerte y quizás incentive a permanecer por un tiempo más con el foco en mención, el cual, aunque inservible, mantiene por fuera la misma apariencia que si estuviera en perfectas condiciones. Así pues, si se es muy adverso al calor, lo recomendable es esperar un tiempo prudente para realizar el cambio con la menor molestia posible.
La mayoría de los focos anuncia el fin de su brillo con leves intermitencias antes de la oscuridad total. Hay quienes prefieren realizar el cambio en estas condiciones ya que se ahorra tiempo y se evita la amenaza de la oscuridad, aunque se debe resaltar lo complicado de este acto, ya que el foco estará muy caliente y además se podrían perder los últimos brillos que aún tenía por regalar.
Finalmente recuerde que todos los focos se han de quemar ocasionalmente, pero la luz siempre será la misma, así que esté listo para el momento en que tenga que realizar un cambio, así como en estas líneas puede cambiar el significado de “foco” por el de “corazón”.
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