25 de septiembre de 2008

Una carta para la Magdalena

Sabes lo que es vivir especulando, o mejor dicho vivir de especulaciones. Imagina como se hace para que en años de mutua correspondencia se interpreten frases, besos volados, se completen guiños, creer que en algún poco soy correspondido. Sabes lo que es consolar el daño que te hizo otro hombre, escuchar los suspiros que sueltas por ese que no soy yo, fingir enamorado que sólo eres mi amiga.

Intenta ponerte en mi lugar, una noche por lo menos, tal vez así me puedas leer entre líneas, darte cuenta cuando un halago era un piropo, cuando una invitación era una cita. Trata de saber como me siento cuando el cartero se confunde y piensa traer cartas de mi novia, cuando se le hace raro que en 3 años sigo soltero, sospecho que se burlara a escondidas de mí. Cambiemos unas horas, tal vez las malas, cuando en las epístolas estabas enamorada de algún Cristo y tú, Magdalena, lo habías llorado. Tal vez una de las buenas, cuando creía que me querías y daba rienda suelta a la confusión.

La burlona sonrisa del cartero viene acompañada de tu mensaje, una ilusión en papel, algo para sobrevivir, un sin fin de te quiero, nada la suficientemente comprometedor. Encendí un cigarrillo decidido, redacté estas líneas. No sé si lo sepas, pero es la última carta que te escribo, realmente, ya estoy muy cansado.

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