14 de diciembre de 2013

El Mariachi



El mariachi guarda una pena que le afina la voz, respira hondo y acomoda los latidos de su corazón al ritmo que le exige cada canción. Tú lo puedes ver caminar bajo el sol como uno más, de noche se pone su traje y recurre a sus recuerdos para ganarse el pan. Después de todo, él no es lo más importante de la velada, él es tan solo un instrumento que te ayuda a sentir, a través de sus palabras, las formas del mal amor y el inalcanzable olvido.

El mariachi tiene un repertorio muy corto y bastante repetido, ya no sabe si es su vida o es ficción lo que canta, si el día que ella se fue escribió “Que te vaya bonito”, o si es que tras la primera noche juntos nació la letra de “Amanecí en tus brazos”. El canta igual en una boda como en una fiesta de cumpleaños, recita las líneas y contiene las lágrimas, ya sea en casa o en una sala de recepciones, y la soledad lo acompaña aunque este rodeado de gente.

El mariachi sabe que tiene una pena, pero no sabe qué pena es, si es suya o heredada, si fue tan grave o sólo exagerada. Al final no encuentra soluciones posibles a su interminable rutina, no quiere perderse más en el laberinto de trompetas y guitarras mexicanas. Todos los días son iguales, pero este será el final; recita el estribillo de “En el último trago” como si la estuviera inventando, haciéndole un salud a la nada con la copa repleta de tequila y cianuro.    

10 de diciembre de 2013

Nosotros, los mismos



Lo curioso es que tú y yo seguimos siendo los mismos, con los mismos vicios y las mismas debilidades. Seguimos durmiendo del mismo lado de la cama y seguimos llamando a las cosas por los mismos nombres que antes. Escuchamos la misma música y repetimos los mismos pasos de baile, seguimos irritándonos por los mismos crímenes y riéndonos de las mismas ocurrencias que solemos encontrarnos en la calle. 

Tan solo hemos acomodado nuestras variables a la nueva mano que nos dio el destino, ajustamos nuestros relojes a otros husos horarios, le sonreímos a otros rostros y nos resguardamos bajo otras sombras. Aprendimos a besar otros labios y a soñar con otro futuro, parecido al anterior, pero con otras siluetas en el horizonte.

Y, probablemente, cada noche seguimos la misma ruta de siempre, observamos la misma luna, con la misma nostalgia y diferentes compañías.

3 de diciembre de 2013

Promesas incumplidas

Yo sé que me pierdo en las promesas, que la sonrisa es un compartir momentáneo y tu mirada apoyada en la mía sera mimada mientras dure la melodía. Yo sé que mejora el discurso con dos hielos flotando en este vaso y que es un deleite dejar caer los dedos por tu espalda. Entiendo que no nos conviene boletos de ida y vuelta, esto implica que quizás es mejor volver a prometer una despedida o ir mejorado eso de ir dejándonos cada vez que nos gana el raciocinio.

Sabes que nuestro baile es mejor entre bares, que tus manos viajan más a gusto cuando nadie nos busca las miradas y que las promesas tienen la eternidad que les da la noche, los vasos, el olvido. Es mejor saber que nos sabemos mentir y que en nuestros ojos está el convencimiento de que quizás, en otra oportunidad, cuando nadie nos vea y tengamos menos contratiempos, podremos satisfacer algunas de nuestras promesas incumplidas.