Carla tenía el atuendo de verano y unas sandalias lilas con los que paseaba en un inicio. Ella llevaba muy poco peso en la cartera, pero en la mirada se jalaba la vida. Jorge pensaba en las distancias, el día que la conoció. En las distancias que había entre ella y su atrevimiento de acercarse a conversarle, a preguntarle por la mirada, por la sonrisa, por la tristeza. Carla llevaba el cabello suelto cuando se conocieron y una mirada que demostraba que cargaba mucha tristeza. Quizás eso le gusto a Jorge, su mirada, la tragedia, la distancia. Siempre le acusaron de su facilidad con el drama, tendía a convertir en tragedias, pequeños acontecimiento que le sucedían. Así le pudo conversar a Carla, cuando le pidió información sobre un curso por el cuál podía jalar y terminar dejando la universidad, era su exageración, posiblemente su mejor excusa. Ella, quizás, ahí, también le gusto Jorge. Carla tenía la costumbre de preocuparse por los demás y Jorge encajaba perfecto con su tragedias inventadas. Siempre tenía una para ella y para cantarle alguna canción mientras ella se bañaba con sus sandalias lilas. A él le encantaba aquella sandalias, desde el día en que los trajo por primera vez a su habitación y le dijo que iban a quedarse acá, para andar por el cuarto o bañarse en las mañanas, después de haberse amado durante la noche. En realidad fue lo único que trajo y lo único que dejo. A Jorge le gustaban las sandalias lilas, porque, en las mañanas, era el único atuendo que ella usaba. Desnuda y con sus sandalias lilas, era hermosa verla andar por toda la habitación. Él sonreía mientras ella le respondía con alguna coqueteria. Ahora que ordena el cuarto mientras escucha vieja música, Jorge se percato que se quedaron las sandalias lilas, sabe que pronto tendrán que ser guardadas, quizás quien entra se puede quejar, pero prefiere mientras tanto cantar aquella melodía de antaño mientras mide las distancias que ahora hay entre su cama, las sandalias lilas y ella que lo está mirando.
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