Y ahora que el olvido se esconde en el remojo y que andamos un poco alquilados, algo distraidos un tanto permitidos. Ahora que viene el vino prestado, el salud compartido, la mujer presentada y la sonrisas fingidas. Tendremos explicar la mañana justificada, el despertar de los despertares o algún cantar de los juglares o unas mañanitas sin cantar.
Pero vamos acomodando los lentes, sacudiendo el viejo jean, alguna mochila que carga las viejas notas, papelitos de escritos perdidos, sonetos que recitan los versos, cuentitos que quedaron sin narrar. Y llevemos los motivos si remiendo ni te miento, busquemos las excusas que cuenten mejor tu historia, digamos que te encomiendo mi espíritu o mis libros o tus motivos que tienen un ojalá.
Mientras tanto escribamos las nuevas líneas, rimas y versos que nos ajusten la corbata, que acomoden los botones para el escritor, la publicación de la vieja trova y la melodía de la novela corta. Tendremos que componer la vieja bicicleta y lanzarce al viento viejo que pasa de nuevo, sostener el tramonto en la espalda y cantar a coro en el malecón.
Tendremos que remediar los remedos y ajustar los remiendo antes de que alguien nos ande sonriendo sin descubrir el por qué; de la quiebra de razones, la soltura de las pasiones que llevan queriendo querer ese quizás.
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