Quiero aprovechar para decir esto, ahora que aun tengo algo de tiempo. Me falta un curso para terminar la universidad y no sé nada de economía. La gente que me quiere podrá alegar a mi historial de calificaciones, a los elogios desfasados de mis maestros, a mi prodigiosa memoria, pero no nos engañemos, ya paso el examen, y no me acuerdo de Solow ni de Marx. Podría culpar al sistema de enseñanza que nos lleva a memorizarlo todo un fin de semana antes de los parciales, que nos dicta las líneas en letras chiquitas para los papeles que se escurren en los bolsillos, que nos vuelve malabaristas para poder pasarle la 3 a la mujer de nuestros sueños y ganarnos algunos puntos con ella. O quizás podría ponerme sincero y recordar que solo yo tengo la culpa, que nunca me tomé las cosas en serio, y que fui a la universidad para conocer los tipos de cerveza que venden en la Av. Venezuela, que fui para jugar fulbito entre dos árboles chuecos en el parque de derecho, que fui para andar de enamoradizo, inventando excusas para acercarme a su piel, aunque ella me diga siempre “a eso no se viene a la universidad”.
No voy a ser mezquino y agradeceré a algunos pocos buenos profesores, que me enseñaron a rodar por la vida, que me cambiaron la dirección de la mirada, que me hicieron este cero a la izquierda que soy, que me enseñaron lo que se llama desigualdad, sacaron la pobreza de las estadísticas y la pusieron con toda su crudeza sobre mi carpeta, que me decían es “hora de actuar”, pero ella estaba tan bella junto a la ventana, bajo ese rayo de sol que la dibujaba con las palabras que salían de mi lapicero y encontraban refugio disfrazadas de mentiras, mientras el profesor dictaba la pregunta clave para el examen final, disculpe, ¿qué dijo?
Y sí, es que hay una serie de políticas que ayudan a aliviar la marginalidad, si aplicásemos este modelo, si confiáramos en esta teoría, todo sería tan simple, y sería el mejor economista de todos, y no estaría haciendo el trabajo de un contador, y sí, esa es la clave, la teoría esa…, ese modelo de…, este…, no te acuerdas, las pastillas milagrosas, esas pues, ahora me gustaría recordar cómo se llamaban.
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