14 de abril de 2010

Fotografía

Cruzabas la Plaza cuando te descubrí. Yo acababa de perder el vuelo y sólo atine regresar a la Plaza central con mis maletas a pasar la tarde. Ya había cancelado la cuenta del hotel y mi nuevo vuelo era a las 9 de la noche. La tarde se encontraba entre 1 y 2 de la tarde y en el cielo de esa ciudad no paraban de bailar las nubes. Me senté en una banca en el centro y saque mi viejo libro de Borges, estaba leyendo El Inmortal cuando divise en pleno girar del viento tu presencia. Jugabas con tu inocencia mientras cantabas alguna canción que no pude decifrar. Intentaba retener mi lectura, pero luego descubrí tu mirada fija que me buscaba mientras ibas avanzando totalmente risueña y cargando esa belleza provinciana que te da la ingenuidad. Sólo atine a devolverte una sonrisa mientras te perdías entre la gente, mientras el fervor religioso nos iba haciendo coro de fondo y un santo en un altar visualizaba nuestro compartir de sonrisas lejanas. Yo sentado en una banca y tu caminado alrededor de la plaza 3 veces seguidas y sonriéndome 33 veces. Fue gracioso encontrarte antes de terminar las 33 sonrisas, mirando una fotos mientras un gordo te describía la rapidez y lo bonito que le saldría tomártela. Y aceptaste y me sonreíste una vez más y posaste frente a la estatua del héroe de aquella batalla de aquel lugar que te contaron alguna vez. Y el camarógrafo te tomaba y tus ojos me tomaban y la nubes bailaban en el cielo y un santo se paseaba en un altar y yo atinaba a sonreír y Borges pedía no pensar en la muerte para ser inmortal y la ciudad se detenía un breve momento y las campana de la catedral tocaban fuerte y las fotos te tomaban a ti y yo pasaba la página, los minutos lejanos a ti y tus costumbres se acercaban apenas timoratos mientras las mías iban descubriendo aquel momento encantador de minutos compartidos en una bella fotografía que posabas para la nubes bailarinas, el santo del altar, para mi en una tarde de esta ciudad tradicional a la que llegue como invitado ingrato, pero termine compartiendo contigo. Con nuestra lejanía y nuestra sonrisa de puente para expresar ese encanto que nos permitía una tarde de viento travieso.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es la magia de viajar, es la magia de lo que existe fuera de Lima, todo se pone mas bonito mucho mas bonito:D