31 de julio de 2009

Cuentos Perdidos

He perdido muchos cuentos, algunos ni siquiera los escribí, los perdí entre juegos de la mente, hubieron los que me gustaron en el camino y me disgustaron en el papel, otros que escribí en hojas inapropiadas, alguna servilleta con la que luego me limpie el zapato, una etiqueta de botella que luego bote del bolsillo, una separata de algún curso que luego olvide, en un cuaderno viejo que deje en el camino o en alguna piel inapropiada que luego me encargue de borrar; fueron algunos muy personales, otros que saque de lo que veía en el viaje, existieron los que tuvieron dedicatoria y por eso ya no los volví a ver y también los que simplemente no tenían sentido y no vieron la luz; con la tecnología también he sufrido, algún cuento que me olvide guardar, otro que de casualidad borre, están los que guarde en mi usb que acabo de perder, sospecho que es cuestión del destino, bueno esa sería mi respuesta más ociosa, otra sería mi falta de orden y el hecho de no saber usar los materiales y los lugares apropiados, pero bueno eso sería discutible, en todo caso sospecho que no soy el único que ha perdido algunos escritos, solo puedo dedicarles a mis viejos cuentos, este pequeño recuerdo, ya no puedo seguir maldiciendo el olvido, ya vendrán nuevos escritos, y muchos seguirán este camino, que puedo hacer, nunca tuve un lugar ideal para escribir, la inspiración a veces lo agarra a uno desprevenido y se deben dejar salir la ideas.Quien sabe de muchos mamarrachos salen a veces geniales lineas solo espero no volver a perderlas.

20 de julio de 2009

Prometeo en el espejo

Prometeo encadenado, 8 horas al día (más 1 de refrigerio), 6 días a la semana (sábado solo por la mitad); vuelve a casa cuando los arboles ya no pueden distinguir su sombra del asfalto, se cola por las callejuelas plomo y rojas de la urbanización “sueños perdidos”, pasa revista a los 13 faros de la cuadra, ve a 7 adolescentes riendo entre el humo y recordadas botellas extrañas, conversan, ríen, se aman, no llevan grilletes, ¿eres mayor que ellos, Prometeo?, ¿a su edad, ya estabas encadenado? El buitre vuelve y le devora las entrañas todas las tardes, dejándole el hilo de vida suficiente para repetir su ritual alimenticio por la eternidad. Prometeo camina bajo la misma luna, amarilla, menguante, de julio, diciembre, 2012, siglo XXI. De alguna manera logra sonreír, parte del hechizo le hace olvidar las horas de sol y sufrimiento, Prometo saca de un bolsillo las llaves de su hogar, gira el picaporte, le duele en el estomago una cicatriz.

Cansado y sin saber porque se da un baño ritual, desinfecta los alimentos del buitre, se alimenta también él, lee un poco, se distrae, vive de mentira, la soledad no le asusta, ¿no será por llevar tanto tiempo encadenado? El fuego que alguna vez llevo a los hombres no le ha regresado tributo, el sueño de encender las almas de la humanidad le costó grilletes y cadenas de oro.

Prometo duerme, descansa, sueña, se levanta, se alista para su rutina, se frota el vientre, se ve en el espejo, me ve, nos vemos, nos vamos,… nuestro destino nos espera.

18 de julio de 2009

Primitivo

Acaso estas rimas no se conjugaron ya antes,
acaso esta tinta no se esparcirá después.
No es igual fin que el de pintar cavernas,
no es igual tarea que la de poblar el desierto.
No es cierto que estas moléculas ya se habían
atraído en otro ciclo Nietzschesiano,
no es verdad que el fuego las consumirá otra vez.

No ha faltado quien las sienta suyas,
quien apele a un dejavú incipiente,
acaso ya no está todo dicho,
acaso hablar no es lo mismo que citar.

Nada invento que no haya estado inventado,
este camino ya está muy caminado,
nada transgredo que no sea ley,
nada remese los cimientos de algún saber.

Pierdo el tiempo deshojando estrellas,
desvió las miradas, cuento lunas, insisto,
cambio el paso, bebo ;leo, luego existo.

Escribo estos versos primitivos
para dejarlos como testigos
de haber hecho lo mejor que he podido.

8 de julio de 2009

Microclima.

Cuando la conocí, no sabia de donde era, ni como era que le gustaba vivir, yo simplemente me perdí entre sus ojos tan expresivos y busque la excusa en unos trabajos que dejó el profesor para poder conocerla, con el tiempo nos hicimos amigos y empezamos salir para ver que tal nos iba, en verdad no había mucho que perder era una chica simpática que llamaba la atención, y yo un chico enamoradizo que buscaba enamorar.
Yo vivo en un distrito cerca al mar, cuyo invierno es para algunos difícil de tolerar, debo decir que no estoy entre ellos, porque a mi siempre me encanto la neblina y el friesito que había por acá.
Ella vivía en un distrito que estaba al otro lado de la ciudad, donde el clima era más cálido y muchas veces el sol abusaba de su calor, hay algunos a los que no nos gusta mucho, pero ella no estaba entre ellos, porque era de las que disfrutaba de un buen verano con agradable sol.
Estudiábamos en el colegio, cuya ubicación era centrica para los dos, el clima tenía días de buen sol y otros de buen frío, y nosotros sabíamos ubicarnos por ahí, cuando descansábamos en los parques yo me sentaba debajo de un árbol y cubierto por la sombra, mientras ella sin sombra alguna disfrutaba del calor. Todo iba bien, sólo paseábamos por los alrededores, cuando íbamos a clases yo me colaba a su salón o ella al mío y nos quedábamos luego a pasear por ahí, pero un día me invita a su casa, y cual chico conquistador partí hacia allá, llegué y encontré un sol inmenso que hizo insoportable la estadía allí, me saque el abrigo, luego me levante el pantalón y al final le prometí entre bromas no volver, lo mismo me dijo ella cuando fue a mi casa y no tenía más que ponerse para calmar su frío, le preste mis chompas aún así no paraba de temblar, se quejo muchas veces y entre una sensación de resfrío me prometía no volver.
Se hacia difícil comprender los pequeños microclimas que tenía esta ciudad, lo tan distante que nos ponía esa situación, ahora eso se podría superar, pero en aquel entonces eran motivos suficientes para dejar de intentar, decidimos pasear por los alrededores del colegio cada uno defendiendo su lugar, igual ese tema ocupaba nuestro tiempo, los microclimas de una misma ciudad; que por su casa se respira mejor y por la mía se respira agua, una persona con asma se muere, claro ella tenía asma, mientras yo le replicaba que en el mío se puede caminar vasta un buen abrigo y todo normal, en el suyo había quitarse hasta la piel y aun así te morías de calor, claro el que se moría era yo, luego le devolvía, en el mio hay una bonita vista del mar y en el tuyo mucho desierto poco de admirar, y ella me remataba diciendo que en el suyo la belleza de la mujer se podía admirar y en el mío apenas se veían los ojos con tanto abrigo encima que se ponían para caminar un sin fin de sonseras que los chicos podíamos argumentar, igual fue suficiente para que las cosas empiecen a ir mal empezamos a vernos menos, cada uno llevaba sus cursos en su salón, parábamos poco tiempo fuera del colegio y ella se enfermaba cuando le tocaba visitarme y yo agonizaba cuando me tocaba ir allá, no habían ya muchas excusas, las bromas dejaron de provocar risas, y poco a poco la relación fue perdiendo su efecto, era bella no lo niego, pero más bella se veía en la salón una distancia considerable donde el sol que pasaba por la venta le caía en su cabello mientras yo, bajo la sombra del salón me podía perder en esos sus ojos tan expresivos.

3 de julio de 2009

Entre frío y caliente

Me acuerdo cuando la vi, llevaba unos jeans una casaca y su chalina por el frío y yo andaba en el trance de seudo escritor y aficionado lector, en esa época tenia la rutina de ir al malecón a leer en la búsqueda de un lugar más acorde a mi inspiración, después de un baño cogía mi libro y salía de casa imaginando alguna futura historia que se me ocurriera, me sentaba a una distancia en que se vea al mar sin los defectos que aun guarda este malecón, no ubicaba aún lo que iba a ser luego, pero sabia que quería leer todo lo que pueda y dibujar lo que veía, la brisa marina me congelaba, pero pensaba que era poético el frió que sentía y me aguantaba como yo creía debía aguantar un poeta "me congelaba hasta los tuétanos, y de a pocos se me iba partiendo en la cien los pensamientos" me había acostumbrado a esa rutina; después de almuerzo me daba un baño, luego cogía mi libro y me iba al malecón a leer hasta la caída del sol todos los viernes, pero en uno de esos días hubo una risa que me distrajo de mi sueño, digo de mi lectura, era un grupo de chicos mirando el mar y entre ellos había una de perfil cuyo cabello andaba desordenandose por el viento, tenia la nariz roja por el frío y la sonrisa mas bella que había visto, sentía que había encontrado a la musa de mi futura poesía y de las ya escritas, puros mamarrachos sin nombre que ahora iba a cobrar un protagonismo especial en alguna de sus características faciales, era yo el poeta enamorado menos abrigado de ese malecón y ella la musa más cubierta que miraba el mar, en ese contraste de abrigos ella giro la cabeza y poso su mirada sobre la mía y yo que ya me moría de frío empecé a tiritar con una fuerza incontrolable, era inevitable que en cualquier momento me desplomara, ella me regalo una sonrisa pícara y volvió a mirar a sus amigos y yo sentí que la cabeza me daba vueltas de tanto frío y ya no daba más, durante ese día sólo en eso consistió nuestro encuentro, yo llegue a casa quemando en fiebre y mi madre asustada me mando a la cama y me compro pastillas, no podía creer que existía un mañana de nuevo con su mirada y me enfermaba la idea de estar enfermo y en cama por un buen tiempo, eso te pasa por andar desabrigado me decía mi madre mientras me echaba un vinagre para bajar la calentura.
Fue duro el tiempo que pase en cama casi tres días y justo los del fin de semana más un lunes que andaba olvidando, cuando me recupere, seguí en los estudios de la semana, cuando llego el viernes me asusto la idea de ir al malecón, igual me di un baño cogí mi libro y me marche mientras imaginaba una historia donde la casualidad sería la excusa de nuestro nuevo encuentro, cuando llegue al malecón, ya estaban ellos haciéndose bromas, a mi se me cayó el libro cuando recordé que olvide traer de nuevo mi abrigo y aunque hacía frío no pensaba regresar, ella estaba ahí y yo tenia una lectura que continuar, me senté en la banca de siempre, donde el viento corre con más fuerza, bueno esa era mi parecer, que nadie me discutió, igual me senté, temblé y ella ni me miró, se la paso hablando por el celular mientras se mordía los dedos e intentaba arreglarse el cabello, yo me marche antes de que se ocultara el sol, primero porque había una neblina que no me dejo nunca verlo y segundo porque estaba empezando a sentir los mareos de una nueva fiebre que no estaba dispuesto a tener y en la tembladera empecé a escuchar los gritos de mi madre, por eso cerré mi libro busque al sol en vano, busque su mirada en vano, y me despedí de ella en un silencio que ni ella se lo podía imaginar.
Muchos viernes pasaron sin encontrarnos, yo me compenetre más con mi lectura y la termine en mi casa, luego no encontraba otra lectura con cuál empezar mi nueva aventura, tarde mucho en volver mientras tanto me iba enamorando de otras chica que iba viendo en mi andar, era un adolescente que se había convertido en un enamoradizo incontrolable, pero sabia que sólo ella me había hecho temblar de frío y llevado a una fiebre crónica, por eso no la olvidaba, ni a las dos ampolletas que recibí para que las cosas mejoraran. Un día volví con un pequeño libro que me había llamado la atención y en mi asiento estaba ella sentada y sola, y como de costumbre, yo había olvidado el abrigo, no hacia mucho frío y podía ver el sol, me pare donde la vi a ella por primera vez y pose mi mirada una y otra vez sobre la dirección en que debía estar la suya, pero parece que ella andaba por otra ruta, yo andaba decido a acercarme a hablar con ella, pero mis piernas no compartía la idea y mucho menos mi respiración que se aceleraba cuando hacia cuentas regresivas, luego ella de nuevo me dio una mirada fatal, andaba con los ojos brillosos y empezó a llorar, su cabello cayó sobre su rostro como un acto de refugio para una imagen tan triste y tan bella a la vez, me paso la idea de acercarme a consolarla, pero luego pensé que podía ser incomodo para ella y si había ido al malecón sola era justamente porque quería y necesitaba de esa soledad, así que me quede contemplándola mientras ella se hacia añicos quizás por algún chico que la estaba haciendo sufrir, o algún problema que en casa podía acontecer, luego cuando ella se calmo y se limpio la cara paso por mi lado y me dijo, no te preocupes ahí esta tu asiento, te lo robe solo un ratito, pero ya te puedes sentar y yo le sonreí y le dije gracias, me senté asombrado porque sabia que me sentaba ahí y porque se me acercado a hablar, era raro la sensación que pasaba por mi cabeza y anduve tan distraído que luego tuve que regresar corriendo en búsqueda del libro que había dejado olvidado en la banca.
Fueron pocas la veces que cruzamos palabras, las últimas veces que nos vimos inclusive nos saludábamos con una alzada de ceja o una sonrisa, ella siempre acompañada con su grupo de amigos y yo entre mis lecturas y mi falta de abrigo, igual a ella le dedique muchos malos poemas y unos momentos en algunos cuentos posteriores, ella no se si me habrá dedicado algunos pensamientos en todo caso la recordaré como aquella chica que me hizo tiritar de frío y quemar en fiebre en un mismo día.