22 de junio de 2013

Complicidades y disimulo

Sé que vienes con el mismo disimulo de siempre, alegando la confianza en este tipo de amistades. Sé que no buscas el amanecer mientras yacemos en la alcoba, que el pecado sabe bien con tu sonrisa y mis besos van apaciguando cualquier culpa. Sabemos que no es necesario exigir voluntades, que establecimos bien claro lo roles, acuerdos que nos propicia la confianza y la complicidad de viejos amantes. Sabes que mi visita es tan pasajera como la neblina a través de los faroles en pleno invierno y la tuya tan fugaz como el tiempo que se nos discurre entre los deseos en plena nocturnidad. Sabes que la pena no te consume cuando sales de casa con alguna mentira o abandonas a los amigos con otra. Se compensa con esta noche de amantes en la otra cara de la luna, en la oscuridad de nuestro escondite, bajo el abrigo de nuestros cuerpos, junto al juego que inventamos o las travesuras en las que te envuelves sin tapujos, sin pudores y que se apacigua con el deleite de nuestros cuerpos, la complacencia de nuestros deseos, la realización de nuestra locuras. Te encanta saber que nadie te creería capaz de lo que haces por estos lares, con este acompañante y te encanta que discutamos como viejos camaradas, que nos llenemos de carcajadas de grandes amigos, que nos sumemos a la élite de los progresistas de máquinas y papeles y  que al final de todo lo vivido, nos despidamos como lo que siempre  fuimos. Encantadores conocidos, que se saludan con disimulo cuando el día los ilumina.

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