Ahí estás...con tu
sonrisa cínica, repasando con tu mano mi espalda, buscando los mejores ángulos
para la traición. Eres tú... tan sensual, tan sexual, quien
aguijonea con su taco de aguja al incauto que se enreda en tu telaraña. Mujer, mi
bendito pecado, mi maldita plegaria, vuelves una vez más cuando te abruma todo,
vuelves una vez más y alborotas esa tranquilidad con la que escapo de ti. Te
sabes dueña de mis espacios, te sabes conocedora de mis temores. Huyes cuando
casi te alcanzo, vuelves cuando casi te olvido. Entiendes que estamos unidos,
tú lo quieres así, tú odias que sea así. Yo solamente disimulo bien mi papel, soy una pluma que gira alrededor de un baile tuyo,
que se desliza como gota de sudor por algún quiebre de tu anatomía. Tú lo sabes, tú lo niegas, tú lo escondes y
yo que tantas veces te he condenado, que tantas veces me has silenciado…recojo
los destrozos de tu mala noche, te convido un poco de mi vino. Y en pleno goce
del placer, vuelvo a ser dueño de tu cuerpo, vuelvo a hacerte esclava del
deseo. Mujer tan bendita, tan maldita, te subes la
ropa interior como señorita, acomodas tu cabello hacia un extremo, entiendes
que cumpliste con tu misión, te vas y me dejas encadenado al sol, esperando que
otra noche vuelvas a comerte mis entrañas como castigo por idolatrar imágenes paganas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario