7 de septiembre de 2013

Resfríos para comenzar

Porque en estos momentos recordar era volvernos a encontrar…yo me permito el recuerdo. El invierno en Lima se había vuelto agresivo, a pesar de ello, seguía prefiriéndolo en vez del verano. Yo andaba ligeramente abrigado y tú completamente. Tu nariz roja delataba la derrota ante este clima y tus ojitos chinitos complementaban la idea. Como recordar es volver a encontrarnos, me encontraste distraído como de costumbre y después de tantos días entre miradas y ningún atrevimiento por compartir el frío. Decidiste acercarte y preguntarme por los temas clase que llevábamos juntos. Mientras hablabas sin parar yo empezaba a grabar tus expresiones que me permitirían volver a encontrarte.

Ese día, a pesar de tu nariz roja, te encontraba realmente hermosa, me sonreías. Y entre mocos del resfrío y pañuelos que desechabas con gran velocidad iba componiendo tu primer poema. Yo te conversaba de lo aburrido de mi trabajo y tú atinabas a burlarte de mi sueño de ser un Ing. Civil que aspira ser un gran escritor. Mientras te iba replicando y buscando argumento que sustenten mis aspiraciones, el melodioso soplado de tu nariz nos iba haciendo coro en nuestra conversación y el despido se convertía en nuestra excusa de volvernos a encontrar. Había soltura y naturalidad en tu resfrío, no había permiso ni disculpa, apenas si lo notaba, eras tú la que descomponía, entre risas, mis equivocados sueños y yo, entre argumentos, iba provocando esa risa cada vez más.

Nos empezamos a recordar más seguido, mejor dicho a encontrarnos y todo ese mes nos acompañaron los pañuelitos desechables que cambiabas con total naturalidad. Siempre dejamos que nos acompañe, nunca le puse un pero a tu resfrío fatal, había hasta encanto en tu descuido y me encanta que, entre pastillas, maldecías tu debilidad.

Te mencione que no era de enfermarme mucho que eran pocas, las veces, que en cama termine y más de una vez, luego, te invite a ella y más de una vez, antes, no me atreví a hacerlo. Pero el relato no va por ese desenlace, sino cómo fuiste capaz de enamorarme entre resfríos, mocos y pañuelitos que componían un trío sin igual. Debo confesar que varios besos después yo también termine con resfrío y entre té de limón fui comprendiendo más tus locuras. Me prometías compartir la enfermedad y que ningún remedio nos iba a separar, pero al final nos terminó curándonos esas inyecciones que nos recomendó el doctor, no tuviste reparos en reclamar consuelo después de las inyecciones, tremendo dolor que nos aguantamos y tremendo consuelo que nos compartimos.

Mujer del resfrío ahora que la noche congela, vuelvo a recordarte, quizás con la excusa vieja,  de aquel refrán que invente al inicio. Encontrarte en este invierno que ya no compartimos y con esta enfermedad que los remedios no nos puedan separar. Debo confesar que jamás logre utilizar los pañuelos con tu naturalidad, siempre provocaron ese rubor desleal, que me empujaba a los baños y me ocultaba en el hogar.


No olvidaré como andábamos sin parar, yo botando papeles de tantos mamarrachos escritos y tú de tanta gripe. Había un desfile de papeles usados que se emparejaban en nuestro camino. Me contabas de aquel sueño que tanto te asustaba mientras iba dibujando tus ojos con las yemas de los dedos, pequeño retrato de nuestro encanto te decía, entre permisos que no íbamos dando. Había más porque reír me repetías con las nariz roja y yo te daba uno con la mirada perdida y los lentes caídos. Me resaltabas la gracia que te causaba mi mirar. Eres un soñador nato, se nota en tu mirada y lo gracioso es que ni te cuenta te das, me repetías entre chalinas y demás telas que te momificaban. Yo sólo atinaba a decir que todo era verdad, lo tuyo y lo mío mujer. 

1 comentario:

Silvana dijo...

Un resfrio para no olvidar ;)