22 de marzo de 2024

Perdona la tardanza

 

Bueno viejo amigo me ha llegado tu carta y me alegra saber que sigues vivo, aunque siempre tuviste una falsa tendencia al suicidio, recuerdo que tu verdadera tendencia era a ponerle un poco de drama a la vida. Confieso que me causa gracia este recuerdo y admiración poder recordarla aún. Te escribo porque me he enterado de tu libro, estuvo muy bueno y ya me falta poco para terminarlo, ya sabes que los ojos se cansan muy rápido, si de joven gustaba mucho del sueño, ahora de viejo no es la excepción. Pero prometo terminarla antes que acabe el año. Me alegra saber que te has animado y dejaste la pataleta de ya no querer escribir por la ceguera, algo me dice que, si voy a visitarte nuevamente, todo esto termina siendo una pereza de abrir los ojos, pura legaña vieja, esos tus dramas, ese tu desgano; pero igual no te reprocho, por cómo ha ido la vida, creo que yo también quisiera ser ciego. Sospecho que ahora miras lo que quiere tu mente y podrás vivir más en tus creaciones, creo que al final terminaras metiéndote de a pocos en tu último cuento que su final terminará siendo con el tuyo.

Viejo y querido amigo, recuerdo el día que te fuiste y entre envidia sana te dije: mal parido, que dios te acompañe en el viaje. Esta demás decir que soy ateo y que las bendiciones tenían otras intenciones, pero igual sabes que te estimo, aún eres mi hermano menor, aunque no sé porque te haces el más viejo. Una vez más se agradece el saludo y que me hayas devuelto el recuerdo de un amigo. Me cae como una caricia a la memoria. Como sabes, yo no deje mi Perú querido, aunque muchas veces me largue de acá, sabía que en este país y en mi Magdalena querida con vista al mar, me tenía que quedar. Te agradezco los buenos recibimientos en esa ciudad hermosa, lástima que ya no pueda darme otro viaje, ya las piernas no aguantan mucho trajín, y el corazón no está para cambio de climas. Saludos para Macris ¿se adaptó al invierno de París? Alguna vez inventamos una musa que se llamaba Abril, que será de ella y cuanto de los recuerdos serán reales y cuanto invento puro de los escritos.

Sospecho que te sorprenderá recibir esta carta el 30 de enero, de viejo quise corregirme y ser por primera vez puntual. Mis nietos, los hijos de tu ahijado, me dijeron que aproveche la tecnología y me pusieron en la agenda electrónica un aviso que me recuerde que debía escribir. Un plan contra el olvido, que con los años se hace más jodido. Ya sabes que, aunque siempre llegué tarde a todas las reuniones, siempre quise ser puntual, inclusive en tu matrimonio y en el bautizo de mi ahijado. Tú mi querido y viejo amigo, creo que aprendiste a entender mis particularidades y a no molestarte con eso. Así que en agradecimiento quise hacer una excepción, a pesar que tengo los años en contra. Espero viejo querido amigo, que tengas más dicha en este año. En estos días empiezo a escribir el prólogo que te prometí, te mando un libro del Gabo de regalo y unos discos de vinilo del gran Sabina. Me ha costado encontrarlas, ya no venden esta música por estos lares, pero tu ahijado Joaquín hizo de todo para encontrarlas, sospecho que te gustará. Ya las manos no responden bien, así que me tendré que ir despidiendo. Un abrazo en la lejanía, desde la Lima que tanto amaste y que tanto odiaste, se despide quizás por hoy quizás para siempre tu compadre y hermano mayor, Alejandro.

Nota: Padrino, te envío esta carta que encontré en la carpeta de mi padre. En realidad, son tres partes escritas en diferentes tiempos, pero la última parte fue escrita el 30 de enero. Ese día le dio un pequeño infarto y estuvo en la clínica por varios días más. Ahora ya está descansando, murió un febrero de calor insoportable, pero como siempre quiso; en cama y durmiendo. Me apena la tardanza del envío de esta carta, sospecho que al final él también lo quiso así, digo, para no perder la costumbre. Me despido Padrino, con los mejore cariños y recuerdos de niño y sabiendo que siempre fuiste un gran amigo de Papá.