Nada hubiera podido evitar que yo me enamorará de ti. Fuiste el puerto final de todo
mi viaje por la divinidad femenina, tu rostro contenía la luz de tantas
películas adoradas, el azul de tus ojos brillaba como el cielo de los mejores
días y en tu boca me esperaba el descanso soñado al final de mis palabras. Todas
las canciones hablaban de ti, fuiste protagonista de cada una de las historias
que leí y los versos clásicos alabaron premonitoriamente tu silueta.
Hubiera sido
imposible evitar ese camino, y fue tan dulce recorrerlo. A primera vista supe
que eras la suma de todos mis sueños y delirios. Reconocí, casi de forma
natural, la manera en que caía tu cabello y los pasos que hubiera seguido hacia
cualquier destino. Te buscaba siempre con la mirada, con los cinco sentidos,
cualquier ángulo era oportuno para verte, y no se ha inventado el cristal que
pueda reflejar tanto deseo.
Pero no le
basta al hombre con tener el sueño al alcance, hay que ser digno del mismo, y
yo no lo era. ¡Y vaya si me esforcé!,
nunca lograrás saberlo, traté de ser mejor por ti, para estar a la altura, para
ser el sueño de la mujer que yo había soñado. Por eso recurrí a la literatura,
busqué encontrar enseñanzas en los grandes maestros de la conquista, aprender
de sus éxitos en el amor y también de sus fracasos. Trate de memorizar todas
las rimas de todos los idiomas para por fin encontrar las apropiadas a tu oído.
Me sumergí por años para construir el refugio a donde correrías dispuesta y
feliz, mirando por fin a mis ojos que tanto te han esperado.
La lección
final fue la más difícil. ¿De que sirvió madrugar buscando la estrella más
brillante para compararla con su belleza en un soneto nunca leíste? De que sirvió
levantarte altares secretos, cuidar tus pasos, guardar el eco de tu risa, si al
final en el amor no ganan los soñadores, ni los que han leído más poesía. De
que sirvió, si al final escogiste al que tuvo más valor y se plantó frente a ti,
con todas sus limitaciones, robándome los sueños y dejando solo pesadillas.
¿Nunca te
importo nada de esto verdad?, ¿contigo las letras son inútiles, cierto?, fallé
en mis estimaciones y ahora solo queda
contemplar la enorme ausencia que has dejado, reprochándome que siempre estuve
equivocado, que las palabras no sirven para conquistar nada, que solo pueden
ayudarme a hacer menos tediosa tu ausencia.