Ha pasado tanto tiempo y todavía encuentro días de febrero regados
bajo mis sabanas, días que perdieron su
rumbo y de tanto preocuparse por el mañana terminaron atrapados en el laberinto
del presente, días que se llevaron meses, años, y aún regresan por más, como si
su verdadero objetivo fuera llevarme a mí también.
Giro el reloj, cierro un libro, veo una película y me quedo
27, quizás 28 segundos pensando, aunque el tiempo sigue y un nuevo sol arrastra mi sombra hacia el suelo y me desliza suavemente por el jardín o por la
acera. A veces parece que el viento no hubiera cambiado, se siente tu olor en
él, sin embargo ya no estas, y esos breves momentos duelen, recuerdo tu fragilidad,
tu pequeña guerra y la derrota final. Es imborrable el impacto de tu respiración
en mi pecho.
Yo tuve tu corazón en mis manos, vi tus lágrimas y entendí
que también me amaste durante todo tu paso que fueron esos segundos al final de
febrero.